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El eterno fracaso de las campañas contra el uso de drogas

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Se encuentra en estos momentos al aire, por lo menos en la radio, una campaña desarrollada por el gobierno federal con el concepto “Si te drogas te dañas”.

Escuchar el spot se transforma en una reflexión sobre el pasado ‒miles de campañas previas‒ y la causas por las que este tipo de mensajes, a veces patrocinados por el gobierno, a veces por la iniciativa privada, son una verdadera pérdida de dinero, tiempo y de espacio en medios.

¿Por qué son tan malos?

Utilizando una voz bastante regañona un par de locutores nos hacen un listado de las drogas y utilizan la inspirada frase de “mejor métete esto en la cabeza”.

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¡Wow! ¡Qué alarde de creatividad, utilizar el verbo “meterse”, tan usado por los “muchachos que se drogan”, para dar un giro positivo al mensaje!

El spot termina con la brutal conclusión de que las drogas te dañan… ¡Dios! Eso si es un verdadero descubrimiento.

Y es que las drogas son malísimas, por culpa de estas tuvimos una guerra mundial con todas sus nefastas consecuencias.

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Todos los males de la guerra causados por una sola droga

Soy feroz crítico sobre la forma en que nuestras sociedades se han enfrentado al problema de la droga y la adicción: Una mezcla de hipocresía, medidas tibias, graves errores y una forma de enfocar el problema bastante miope que además cae en la famosa definición de la locura ya que consiste en repetir siempre las mismas acciones, esperando obtener resultados diferentes.

Desde épocas inmemoriales se ha demostrado que la prohibición de algo, lo que sea, termina motivando y reforzando su distribución así como su uso. Esto no es una suposición, es un hecho que se ha ratificado docenas de veces a lo largo de la historia.

De la misma forma, desde que me empecé a interesar en este tema de la comunicación, he pensado que la forma en que se manejan las campañas antidroga, por lo general, ha sido de manera sumamente cándida, buscando siempre quedar bien con la autoridad, los padres de familia y el sector más conservador de la sociedad, pero sin atreverse a atacar el verdadero dilema.

No hay nada nuevo en esta campaña, tan solo la repetición de ese modelo “regañón” en el que un adulto pontifica las razones por las que son malas las drogas, repite el chantaje de los estragos en el organismo y en la vida social además de reiterar, de manera inconsciente, ese mensaje que parece imbuido a propósito en cada uno de estos mensajes: “eres muy estúpido para entenderlo, por eso te lo tengo que explicar”.

Las drogas destruyen

El intento de utilizar los medios de comunicación para atacar este tipo de problemas no es nada nuevo. Ya en los años treinta se producían hasta películas que advertían sobre los peligros de esa planta que “tiene raíces en el infierno”.

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Accidentes, violaciones, crímenes, asesinatos, suicidio y un descenso a la locura, anunciaba este filme que, de forma irónica, se ha transformado en una especie de “película parodia de culto” que muchos fanáticos de la cannabis gustan ver ‒obviamente, bajo los efectos‒ para reír un rato.

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Años más tarde, en los ochenta, vimos uno de los más grandes esfuerzos por propagar el mensaje contra el uso de drogas: en 1982, justo cuando el presidente Ronald Reagan reforzó su cruzada contra el tráfico de drogas, la primera dama Nancy Reagan, comenzó a hacer su propia campaña utilizando una frase muy sencilla: “Just say no”.

Con esta justa causa bajo el brazo y con toda la decisión del mundo en los ojos, la primera dama estadounidense recorrió su país, y parte del mundo; dice la Wikipedia que viajó unos 400 mil kilómetros empujando el “sólo di no” a las drogas: Participó en programas, atendió talk-shows, estelarizó un documental y convocó a las primeras damas de 30 países a la Casa Blanca para llevar esa campaña más allá de las fronteras de su país.

Muchas personalidades y programas populares de ese entonces se alinearon con las ideas de la señora Reagan para producir capítulos especiales para abordar el tema del consumo de las drogas y como evitarlas sólo diciendo que no.

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Aquí vemos a la primera dama junto con el actor y director Clint Eastwood

Estudios realizados cuando la marea Reagan bajó, demostraron que esta campaña, a pesar de la gran cantidad de recursos que se le invirtieron, de ninguna manera había disminuido o afectado los índices de consumo de estupefacientes en Estados Unidos. Simplemente fue un ejercicio para silenciar a los demonios internos de políticos conservadores.

De regreso a la casilla uno.

Varios estudios han señalado que este tipo de campañas no registran casi ningún efecto debido a que los jóvenes a los que van dirigidas no les gusta la forma tan exagerada en la que se muestra la información. La gran mayoría de estos, a menos que vivan en una burbuja de cristal, han estado expuestos a las drogas, saben de compañeros y compañeras que las consumen e incluso algunos las han probado. Además de ya conocer sus riesgos y consecuencias, no ven el tema de la forma tan apocalíptica en que lo presentan las campañas gubernamentales.

Por otra parte, en muchos casos, estos mensajes tienden a normalizar el uso de drogas y llevan a algunos a experimentar. ¿Hay algo más apeteciblemente hermoso que aquello que está prohibido? Sobre todo, si la prohibición viene con la voz de un “viejo regañón que no sabe nada de la vida”.

Por ello pienso que, aquello de hacer relación de las drogas y exaltar su malignidad, es un absoluto error. Quieren atacar al síntoma, que es el consumo de drogas, e ignorar la enfermedad; las causas sicológicas que llevan a una persona a la adicción.

En vez de gastar presupuestos millonarios en mensajes que no sirven para nada, ese presupuesto debería de ir a atención y ayuda de aquellos que ya están enganchados a las drogas, sin embargo, este tipo de acciones no es tan visible ni tan demostrable como una campaña regañona que sataniza el uso de las drogas.

Los gobiernos usan estas campañas para hacerle creer a sus electores que si están haciendo algo ante el terrible problema de las adicciones. Seguro que nadie revisará que ese “algo” vaya más allá de dos o tres spots en la tele y en la radio.

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