Desde el próximo 14 de diciembre, día en que arrancan las precampañas, hasta el 1 de julio de 2018, las y los ciudadanos recibiremos, nos guste o no, la indigna dosis de 59 millones 731 mil 200 spots de radio y televisión.
Partidos políticos, candidatos independientes y autoridades electorales lanzarán todos los días y a toda hora sus más “sesudos y convincentes argumentos” de cara a la elección presidencial. El entrecomillado es inmenso debido a las campañas pasadas donde las descalificaciones, el pleito quintopatiero, el golpe bajo y la denostación, fueron las escandalosas “propuestas” que salpicaron de basura, al igual que a nuestras calles, los medios de comunicación de los spots.
Y es que el grave problema de las campañas que tenemos que mal digerir cada 6 años, más que la salvaje cantidad de mensajes, es la paupérrima calidad de los contenidos. Campañas faltas de estrategia, originalidad y creatividad, totalmente carentes de credibilidad y sensibilidad política y social; campañas de pésimo gusto y desaforada agresividad, sustentadas en un discurso promotor del encono y la división social.
Derecha, centro o hacia la supuesta izquierda, no importa en la dirección que mires, casi siempre encontraremos lo mismo; mensajes burdos y hartantes, malintencionados y fraudulentos. La cosa se pone peor cuando es por todos sabido que la mayoría de los partidos y candidatos invierten muchísimos recursos en la contratación de renombrados asesores nacionales y extranjeros.
Lo digo por expericencia propia. Hay que hacer severos cambios en el funcionamiento de los “war rooms” y el manejo de campaña. Habría que empezar por restringir el acceso a los improvisados, opinólogos y amigos de confianza. En esos espacios de trabajo altamente estresante y sin descanso hay demasiadas voces queriendo colgarse medallas; mucha gente con voz y voto que funciona por ocurrencias y no por estrategia. Hay otros tantos que no tienen idea de cómo interpretar encuestas y muchas encuestadoras que no realizan un trabajo confiable. A veces se toma la opción de hacerse de colaboradores que efectivamente saben hacer campañas pero de corte comercial; y desgraciadamente tienen escasa o nula sensibilidad para realizar mensajes de contenido social. Bajo estos parámetros es cuando votar se convierte en botar. Y cuando hablamos de estos montos en un país con nuestras carencias es un despropósito junto con los spots.
La probabilidad de que 59 millones de impactos con las anteriores características nos caigan encima como una perversa lluvia contaminante es muy alta. Así que los ciudadanos tenemos una gran tarea por delante, una labor que nos demandará un considerable esfuerzo intelectual; pensar, pensar bien en nuestro futuro como país y como sociedad. Nuestra responsabilidad es elegir y debemos elegir libremente con base en nuestras convicciones políticas sin permitir que la desinformación, la confusión, el temor o la indiferencia nos arrinconen.
En nuestro país hay más 123 millones de habitantes, 123 millones de razones por las que hay que afrontar con seriedad los próximos tiempos; 123 millones de razones para no dejarnos enredar por la verborrea partidista.