Las primeras pregunta que llegan a mi mente son: ¿quién educa a los hij@s?,
¿En una separación, quién se queda con los hijos generalmente?, ¿cuál es el silente poder femenino?, ¿qué es la energía femenina y masculina?, algo no está funcionando de manera adecuada pero ¿qué puede ser o de dónde viene?, el hilo negro no ha sido descubierto ya que no existen las verdades absolutas en estos menesteres filosóficos, aunque sí encuentra uno cierta claridad para autoacomodarse un poco y eso ya es mucho decir.
Como no hace daño un poquito de cultura general, me permití investigar en algunos espacios de internet, la época en que mujeres “tronaban los chicharrones”.
En el libro “El origen de la familia, la propiedad privada y El Estado” del filósofo alemán, comunista, politólogo, sociólogo, revolucionario, periodista, amigo y colaborador de nada más y nada menos que Carlos Marx, llamado “El General Friedrich Engels”, se hace mención de los orígenes de la estructura familiar que tiene como inicio el matriarcado, chequen:
“Periodo histórico en el desarrollo del régimen de comunidad primitiva; se caracteriza por la situación preponderante de la mujer en la economía social. El matriarcado ha existido en todos los pueblos sin excepción. Cuando el matrimonio se efectúa por grupos, como ocurre en los estadios inferiores de la evolución social, no se sabe quién es el padre de los hijos, sólo se sabe quién es la madre. En consecuencia, el origen sólo puede establecerse por parte de la madre, y la única línea de parentesco admitida es la femenina. Durante el matriarcado, la mujer mantenía en sus manos la economía toda de la gens. La caza, que era ocupación de los hombres, no proporcionaba medios seguros de existencia. Del trabajo agrícola, más productivo, se ocuparon sobre todo las mujeres, en un principio. Eran funciones de la mujer el cuidado de los hijos y de la vivienda, el mantenimiento del hogar doméstico social, la preparación de reservas alimenticias, el trabajo en el huerto, la preparación de los alimentos, &c. Con la aparición y con el progreso de la ganadería, disminuye el papel de la mujer. El hombre se convierte en la principal fuerza productiva de la sociedad, en propietario de los instrumentos de producción, del ganado, y, posteriormente, de los esclavos. Ello hace que se sitúe al frente de la comunidad gentilicia (Patriarcado).
“El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas de la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción” (Engels, El Origen de la familia…, en Marx/Engels, Obras escogidas, t. II, pp. 200 y 201, Ed. esp., Moscú, 1952).” Escrito en el año de 1884.
Hemos jugado el rol de subvaluarnos unos a otros por diferentes razones, y parece que en ninguno de los casos se ha tenido la intención de proveernos el lugar que nos corresponde, quizás la vida nos toma por sorpresa y algo que nos antecede ya esta existiendo en nuestro contexto, lo curioso es que no están documentados casos en los que se proclame la igualdad de derechos por los mismos que ejercen el poder en mayoría, es decir, nadie se da cuenta de su propio poder hasta que le es arrebatado, no vemos el daño creado hasta que estamos “del otro lado”, ¿voy bien o me regreso?.
Y como las buenas historias continúan, resulta que pasan los años, los siglos y hoy en este 2021 nos vemos rodeados por movimientos feministas que exigen la equidad y con toda la razón, pero esto me lleva a una de las primeras preguntas que hice al inicio ¿quién educa a los hij@s?, no culpo ni acuso, simplemente cuestiono quiénes nos educan?, ¿personas que de un lado o de otro han vivido sometid@s y no han podido equilibrarse o calibrarse a sí mismos?
¿Desde dónde proviene esa lucha? ¿Es más interna que externa? Bien decía mi querido y golpeado filósofo Indio Osho, “Ninguna persona inteligente está interesada en dominar a los demás. Su primer interés es conocerse a sí mismo.”
Finalmente tod@s pagamos los platos rotos de otros, ya sea de nuestros padres, abuelos, tatarabuelos, tataratatarabuelos y así toda la cadena ancestral, pero afortunadamente como adultos podemos terminar de educarnos como mejor convenga, equilibrando nuestras energías masculina y femenina, entendiendo de dónde venimos y creando formas más inclusivas en todos los sentidos. El feminismo es el resultado, no el problema, el problema fuerte que percibo es que las mujeres que habitamos este mundo, soltemos la sutileza por el enojo y perdamos la posibilidad de entablar relaciones equilibradas, compartidas y solidarias sin buscar someter o ganar.
Mi propuesta es trabajar ese dolor y falta de acomodo llevado a cuestas antes de que nos domine y nuble la capacidad de frenar poco a poco este desbalance, mostrando comprensión y empatía sin buscar quien pague las cuentas que tal vez nosotras mismas hemos generado.
Alguien tiene que parar ¿no?.