Gracias a este menester en el que estamos metidos, he tenido la oportunidad de trabajar, convivir, conversar y discretamente entrevistar a creadores de contenido en distintos canales acerca de la fórmula de su éxito, de la viralización de este y la conversión de sus estrategias de Content Marketing en leads o negocio cerrado. Voy a ser honesto, la mayoría de las respuestas me han parecido en extremo pretenciosas… hasta hoy.
En días recientes tuve oportunidad de platicar con un experto en el tema, uno de esos que sabe que su trabajo es valioso y valorado pero que se reconoce a sí mismo como un ser humano y no como un ente especial dotado de sabiduría intergaláctica. Esta charla me permitió unir los puntos: sí, se necesitan mentes dotadas detrás de la creación de contenido, sí es una ardua labor que requiere de tiempo y esfuerzo, pero la clave, como en la vida misma se encuentra en la constancia.
Una idea brillante no trasciende sin los recursos adecuados, pero menos aún si no hay nadie para escucharla. La mayoría de los expertos en la creación de contenidos con los que he platicado, tienen un factor común: el volumen. Ya sea en redes sociales, en blogs, en medios impresos, en video; todos, absolutamente todos son “autores” prolíficos que están presentes constantemente en su medio, generando cientos o tal vez miles de ideas hasta que una de ellas, a veces la menos pensada se convierte en ese boom viral que estaban buscando para hacer despegar su carrera.
Hablando desde el ojo de la agencia creativa, creo que hemos estado enfocando mal los procesos, regularmente arrancamos tratando de descifrar qué va a llamar la atención de la gente o cómo hacemos que una pieza se vuelva viral; desde el lado del cliente lo mismo, te piden propuesta y presupuesto para una pieza de contenido y su viralización. Mi sugerencia sería contemplar de ambos lados, un proceso que permita la creación del mayor contenido posible que arrope nuestra “idea maestra”.
Por supuesto hay muchos factores que influyen en el éxito del contenido, como la calidad, la investigación detrás del mismo, la optimización para garantizar su rendimiento en las distintas plataformas de búsqueda, la coherencia de los mensajes con la imagen proyectada al público; en fin, podríamos pasar horas (o cuartillas) describiendo la fórmula ganadora pero hasta ahora, creo que una de las claves se encuentra en el volumen.
El contenido de calidad es capaz de hacer que el consumidor pare su vida por unos minutos, los hace pensar, hablar del tema con otros, invitarlos a “echarse un clavado” en el mismo. Mi punto de todo esto es, que de nada sirve si no llega a la gente que debe, o peor aún, simplemente no llega y la mejor manera de asegurarse de que existe alguien detrás de la pantalla dispuesto a ver y compartir su contenido, es alimentándolo constantemente con sus ideas.