Hace unas semanas recibimos la noticia de que Volkswagen (VW) cambiaba su logotipo. Como en muchos otros casos, como consumidores nos resistimos a los cambios. Y eso especialmente cuando se trata de marcas cercanas o con las que hemos crecido.
Por ejemplo, los cambios que ha ido instrumentando Apple a través de los años nos han costado un poco de trabajo. Yo por lo menos extraño el logotipo multicolor con el que me inicié con la marca, igual que muchos de mis colegas.
Un poco similar, aunque más intenso, fue el cambio que sufrió mi banco de toda mi vida. De Banco de Comercio cambió a Bancomer, luego a BBVA-Bancomer, para finalmente quedarse como BBVA.
¡Ouch! Ése sí me dolió en mi corazoncito.
El caso de VW no es tan dramático ni tan drástico. La época más épica de la publicidad en México fue en la década de 1960. Era simplemente genial. Y no era casualidad que los adolescentes de los 70s aspiráramos tener un Vochito como nuestro primer auto, aunque fuera viejito.
En esos años, el logo de VW era muy limpio, con líneas y sin volumen. A través de las décadas fue adquiriendo sombras y efectos que nunca nos fueron ajenas, pero como que en el corazón sentías que algo le sobraba.
El logo con el que llega VW a la segunda década del siglo 21 me recuerda a mi infancia. Tiene sabor a mis primeras travesuras “serias” de adolescente y al pánico que me daba la idea de tener sólo dos pies frente a tres pedales cuando aprendí a manejar.
Es decir. Me provoca nostalgia. De ésa bonita. #MeGusta