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Descansos laborales para paliar la locura productivista

Dentro de los países miembros de la OCDE, México ocupa el antepenúltimo lugar de días de descanso obligatorios para las y los trabajadores, ello a pesar de que hace poco se aumentaron los días de vacaciones mínimos las personas en sus respectivos trabajos, lo cual pone sobre la mesa varios temas que debemos de tratar como empleadores o, incluso como personal que se encuentra bajo las órdenes de un jefe, ya que, a pesar de la base legal, aún hay muchos elementos que nos hacen pensar que las condiciones laborales en el país siguen siendo terribles.

Un hombre con gafas reflexionando en un escritorio rodeado de varias personas entregándole papeles y un teléfono inteligente durante sus descansos laborales.

Ni para una muela

Para considerar los auténticos días no laborables en el país debemos de tener presente el artículo 74 de la Ley Federal del Trabajo que señala como inhábiles:

I. El 1o. de enero;

II. El primer lunes de febrero en conmemoración del 5 de febrero;

III. El tercer lunes de marzo en conmemoración del 21 de marzo;

IV. El 1o. de mayo;

V. El 16 de septiembre

VI. El tercer lunes de noviembre en conmemoración del 20 de noviembre;

VII. El 1o. de diciembre de cada seis años, cuando corresponda a la transmisión del Poder Ejecutivo Federal;

VIII. El 25 de diciembre, y

IX. El que determinen las leyes federales y locales electorales, en el caso de elecciones ordinarias, para efectuar la jornada electoral.

Ello haciendo la precisión de que, próximamente, el 1º de diciembre será cambiado por el 1º de octubre, ya que la transmisión del Ejecutivo será en esa fecha. En ese sentido, tenemos, en el mejor de los casos, 8 días no laborables en nuestro país lo cual, para los trabajadores resulta un suspiro, pero para los patrones representa una eternidad porque se para la maquinaria del dinero como muchas veces se ha argumentado.

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Salud laboral = Salud Mental

En últimas fechas se ha puesto sobre la mesa lo concerniente a la salud mental de las y los trabajadores en México, entendiendo que las condiciones de vida distan mucho de las de hace 40 o 60 años, en el que los tiempos de traslado, el poder adquisitivo y la posibilidad de esparcimiento se extendía considerablemente a diferencia de hoy en que muchas circunstancias convergen para tener una gran cantidad de personas cerca del estrés laboral.

Empecemos diciendo que los días inhábiles son pocos pudiendo ser, al menos, 4 más por simples usos y costumbres. Me refiero al jueves y viernes santo, así como a el 1º y 2 de noviembre de cada año, en el que, por las tradiciones, cercanas a lo religioso, cierto, se suelen parar oficinas y negocios porque la simple celebración se circunscribe a la generalidad de mexicanos que buscan esos días si no para reflexionar, sí para vacacionar. Esa misma aplicación del descanso podría extenderse al 12 de diciembre por las mismas razones como una cuestión, incluso, más cultural que religiosa, ya que se suele decir que un mexicano puede ser ateo, pero eso no quiere decir que no sea guadalupano.

En efecto, en esta parte me disculpo con los millones de trabajadores que año con año negocian esos días de descanso con la usual respuesta de “no son obligatorios”, propiciando la aplicación de “guardias” en donde poco o nada pasa laboralmente hablando, sin embargo, en estricto sentido jurídico, son días laborables, por lo que, por muchos argumentos que podamos esgrimir, no hay defensa cuando tenemos que ir a las oficinas en esos días que las calles lucen desiertas.

Más héroes que nos den puentes

Días como el natalicio de Benito Juárez o el 1º de diciembre podrían tener poca explicación frente a esos que mencionamos, pero lo ideal es que esos días no disminuyan y aumentemos unos cuantos bajo la lógica cultural y, desde luego, de próceres de la patria para no hacer esa rara distinción respecto del Benemérito de las Américas, ya que bien podría caber el natalicio de Madero, Hidalgo, Morelos y hasta del mismísimo Hugo Sánchez. El chiste es buscar pretextos para tener más islas de descanso para las y los trabajadores del país.

La respuesta como empresarios o patrones será la misma: si se permiten más días de descanso, las empresas quebrarían, se perderían empleos y estaríamos al borde de la crisis económica que destruiría las instituciones y nos convertiría en unos salvajes que nos comemos unos a otros.

Productividad, no explotación

Lo real es que todo eso es una exageración del sistema económico donde vivimos; en primer lugar porque países como Austria con 38 días no laborables, Francia con 36 y Suecia con 35, son punta de lanza en productividad y eficiencia sin que la macroeconomía colapse, además de tener esquemas de estabilidad mental y equilibro trabajo-familia, más satisfactorios que países en los últimos lugares de la tabla; en segundo lugar, no podemos olvidar que esos mismos escenarios catastróficos se dieron cuando se aumentó el salario mínimo o recién que las vacaciones obligatorias pasaron de 6 a 12 días en el primer año laborado.

Propuestas de algunos empresarios, incluso, han tendido a modificar la semana laboral de 5 a 4 días en el entendido que ello permitiría a las personas un día adicional para hacer trámites, labores del hogar y cualquier otro compromiso que requiera trabajo personas, mientras que los dos restantes sí serían para descanso y esparcimiento absoluto, lo cual representaría una productividad mayor, ya que se contaría con personas más felices y descansadas.

En efecto, a toda esta maraña de explotación laboral se suma la realidad diaria de las y los trabajadores en donde la petición de vacaciones o la negativa de ir en un día de asueto se convierte, en el mejor de los casos, en una torcida de boca que les llega hasta la nuca a los jefes o, en el peor de las circunstancias, al inicio de acoso aboral por “no ponerse la camiseta”. Adicional es que tampoco se pueden enfermar los trabajadores (mucho menos sus hijos) porque se exige una constancia médica de alguna institución de salud pública lo que propicia la pérdida de 8 o más horas para alguien auténticamente enfermo, generando que las personas prefieran ir a trabajar enfermos que atenderse aun con las repercusiones a largo plazo que ello conlleve.

A veces creemos que hace falta endurecer la ley o incluir más puntualizaciones, sin embargo, lo que realmente requerimos son personas que dirijan empresas y dependencias de gobierno con una sensibilidad humana probada en donde la inexistencia de ello repercuta en su reputación y en una sanción ejemplar por esa explotación de personas que no tienen otra cosa más que su fuerza de trabajo. Sí, se requieren más días de descanso, pero, por encima de ello, urgen líderes auténticos, atentos a las personas y no a una productividad mal entendida que propicia una rotación permanente en los puestos de trabajo. Ojo ahí.

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