Las campañas están de lágrima.
Una verdadera pena ajena, una auténtica grima ver a los que quieren ser representantes o gobernantes de nosotros, los ciudadanos, bailando, cantando y haciendo cualquier clase de desfiguro con tal de llamar la atención.
¡Conozco tiktokers con más dignidad!
Parece que la contienda electoral se reduce a un mero concurso de popularidad, como si fuera una simple búsqueda de “likes” y “follows”. La lucha por seguidores dentro de las redes sociales llevado al entorno de la política nacional.
Mucho de la organización política de países como el nuestro fue diseñada para el siglo XIX; los tiempos de trabajo en las cámaras, la forma en que se proclaman y se ponen en efecto las leyes, así como el quehacer legislativo, está basado en los medios de comunicación y transporte de hace un siglo.
De la misma forma, la duración de las campañas y la promoción de los candidatos también tiene mucho de los tiempos de María Castaña: este período electoral, fue del 4 de abril al 2 de junio. ¡Dos meses!
Tal vez para las campañas presidenciales, que tienen que recorrer todo el país, o para la de estados muy grandes, sea necesario, pero ¿para diputados y presidentes municipales?
La duración es exagerada, creo que sobra para dar a conocer la ideología y los proyectos políticos de cualquier candidato. El problema es que no tienen ninguno, por lo que prefieren ponerse a bailar.
Uno de los primeros beneficios sería el de recortar el gasto inútil en artículos promocionales, además, aunque suene un poco a “patear el pesebre”, disminuir gastos en campañas de mercadotecnia que no sirven para nada.
Y es que, contrario a lo que muchos suponen o tratan de convencer a los que tienen grandes presupuestos para gastar en la política, dudo mucho que los anuncios de TV, radio o Internet sirvan para algo. En redes sociales llega a ser bastante molesta e intrusiva. ¿Quién quiere ver la cara de un candidato justo cuando estamos a punto de ver la parte más interesante del video de YouTube?
Lo peor es que quienes hacen estas campañas no tienen idea de lo que están haciendo y uno ve candidatos de otras alcaldías y hasta de otros estados.
Creo que con 15 días previos a las elecciones, para hacer todo su irigote, bastan. La gente, a final de cuentas, va a acabar por votar por el que se le da la gana: el que les ofrece más cosas, el que les parece más acorde con su propia realidad o incluso el que les parezca más guapo, pero la decisión difícilmente la definirá un video que muestra una bola de canchanchanes bailando cumbias de forma asincrónica.
A final de cuentas ya sabemos que los políticos, sin importar su color o ideología, sólo trabajan por sus propios intereses y para los del líder de su partido. La cámara, que supuestamente está integrada por representantes locales, oposición u oficial, cantan al tono que les marcan sus jefes y cuando les gritan “¡brinquen!” el único cuestionamiento que ponen es “¿qué tan alto?”. Eso de las ideologías es cosa de intelectualoides a los que ni siquiera les toca presupuesto.
La realidad es que la gente sufre de un terrible caso de fatiga electoral. Cuando les vendieron el cambio y votaron en contra del estatus quo, jamás imaginaron que las cosas seguirían igual o peor. Ahora les presentan la opción de “por lo menos antes no estábamos tan peor”.
Y mientras tanto las redes sociales se llenan de políticos diciendo que “todo está muy bien” y decenas de cuentas “de numerito” se esfuerzan por responder frases tan naturales y espontáneas como “siga con ese buen trabajo, licenciada” o “señor candidato, estamos con usted, gracias por su esfuerzo y dedicación” como si los políticos fueran rockstars que merecen aplausos y ovaciones; criaturas perfectas que están logrando que cada día estemos más cerca de la utopía.
“Personajes” que pasaron de noche tragedias como la caída del metro y la muerte de cientos de personas por no hablar de quienes han sufrido pérdidas de todo tipo por una pandemia que “ya estaba domada”; como si la violencia, el asesinato de miles de inocentes, incluyendo candidatos, no estuviera a la orden del día.
¡Todo está muy bien y nosotros mejor gracias a su graciosa presencia y su gloriosa guía!
Creo que uno de los momentos que dejan muy en claro lo que está ocurriendo en este país son aquellas imágenes, que se transformaron en meme, del candidato Alfredo Adame.
Se encontraba en medio de una entrevista, con la más profesional de sus sonrisas, pero no dudó un segundo para dejar todo y correr a mentarle la madre a un ciudadano que iba pasando.
El sentimiento general de la ciudadanía es muy parecido a lo que expresa ese anónimo individuo desde su coche: una clara mentada de madre por su exasperación ante los políticos.
Pero, de la misma manera, el actuar de Adame es muy esclarecedor: el candidato pone buena cara para la cámara y sonríe para su líder político pero, al ciudadano, una buena mentada de madre:
¡Rechingas a tu madre, maldito fracasado!
Ese es el sentir de la mayoría de los candidatos que, para promocionarse, no dudan en hacer el ridículo y bailar la más perrona de las cumbias, aunque tengan la gracia de un plantígrado. Aunque tengan la simpatía de una patada en las gónadas: nada dice “soy pueblo” como bailar con un grupo de achichincles uniformados.
Eso es lo que da coraje durante este período electoral. Los que quieren representarnos echan la casa por la ventana para congraciarse con nosotros, aunque en el fondo nos quieran mentar la madre por cuestionarlos, por preguntarles sobre sus ideales, por exigirles que hagan su trabajo.
¡Rechingas a tu madre, maldito fracasado! ¡El poder soy yo!
Dos meses quemando dinero en promocionales baratos comprados a sobreprecio; “invirtiendo” en campañas muy sesudas que no van a cambiar la forma de pensar de un electorado que ya está harto y fatigado de sus políticos.
Bendita sea la veda electoral.