La cultura del diseño en México es vasta. En un recorrido por lo menos de un siglo se puede ir de Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, pasando por el Doctor Atl y Jorge Enciso, a los aportes de Diego Rivera, seguido por Leopoldo Méndez y su Taller de Gráfica Popular, para llegar a Josep Renau y Migue Prieto.
Para nada puede faltar la contribución invaluable de Vicente Rojo y la imprenta Madero, y el glorioso momento del diseño mexicano en las Olimpiadas del 68, paralelamente a la gráfica del movimiento estudiantil de mismo año.
De esa tradición han abrevado las diversas oficinas de diseño corporativo que tienen su antecedente con Juan Manuel Aceves y Francisco Teucher, fundadores de Design Center, despacho en el que nacieron logotipos como los de Herdez, ADO, Pemex, Mexicana de Aviación y Alpura, por mencionar sólo algunos.
Otros despachos como ReDiseño y Harte Reinking y Asociados también trabajaron el diseño en el ámbito de la publicidad, coronando su labor con logotipos de trascendencia.
En esta misma línea, en la segunda mitad del siglo pasado, destaca la labor de Hugo Herrerías, autor de logotipos como el de Teléfonos de México, Chocolates Larín y Sal de Uvas Picot.
Otro caso singular, es el de Lance Wyman, que trabajo para el Comité Olímpico Mexicano y posteriormente se convirtió en autor de numerosos logotipos, entre ellos, el del Metro.
Contemporáneo de Wyman, el mexicano José Luis Ortiz diseñó una tipografía completa: la Oxline Bold, para la Oxford Development Co.
Y, a partir de la revolución tecnológica que los ordenadores personales introdujeron, el diseño también revolucionó a la par que su profesionalización y las diversas instituciones a su alrededor, como el Colegio de Diseñadores Industriales y Gráficos de México (Codigram), Quórum, Trama Visual y la Asociación Mexicana de Escuelas de Diseño Gráfico.
Entre 1990 y 2005, como parte de las bienales de diseño, decenas de diseñadores gráficos expusieron sus trabajos en París, Praga, Tokio, Milán, Sydney, La Haya y Barcelona, su trabajo era comentado en medios internacionales. De hecho, dos de ellos fueron nombrados miembros de la Alliance Graphique International (AGI): Germán Montalvo y Gabriela Rodríguez.
A finales del siglo pasado destaca la labor de Design Center con Francisco Teusche, que realizó la identificación gráfica de Mexicana de Aviación, junto con una propuesta de decoración de fuselajes, la que sumó colores y patrones prehispánicos y virreinales, pero con mesura, de modo que “los aviones poseían una identidad a la vez elegante e inconfundible”.
Como ese caso, se suman otros tantos ejemplos destacados en el diseño de la misma época. De Design Associates, de Eduardo Calderón, está la actualización de la imagen de Aeroméxico, cuyo desarrollo gráfico del caballero águila muestra “que se pueden utilizar gráficos prehispánicos y lograr con ello resultados actuales e internacionales”.
Este brevísimo recuento que ahora te compartimos está documentado a detalle en un libro que en este tiempo habría que desempolvar de la biblioteca para mirar, leer, releer y volver a observar a detenimiento, y que fue editado por Artes de México: Diseño gráfico en México 100 Años.
El libro salió a la luz en 2010, y desde entonces, ya alertaba que el público de la década de los 90 “exigía niveles altos de riqueza visual y calidad gráfica”.
En cuanto a diseño empresarial, destaca la contribución del diseño en identificación gráfica, en particular, el diseño de logotipos y el consecuente desarrollo de sus aplicaciones, sin pasar por el alto el tema del empaque, y todo lo relacionado con la presentación del producto.
Un sinnúmero de diseñadores con talento y con una cultura sólida que, incluso, es reconocida a nivel internacional ha dado continuidad al trabajo del siglo pasado. No hay excusas, sólo la evidencia del menosprecio por el trabajo creativo, que en el fondo revela ignorancia.
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