En estos tiempos donde un “tuit” mal puesto puede hacerte más viral que el COVID, la reputación de marca en redes sociales es como el chisme de vecindad: corre rápido y no perdona. Y es que, como diría mi tía Diani, “cuida tu nombre más que tus calzones, porque una vez manchado, ya no hay Vanish que lo salve”.
Ahí está el caso más reciente de Nike. Se les ocurrió lanzar una campaña de maratón justo después de Yom HaShoah, el día de conmemoración del Holocausto. La banda los tachó de insensibles y les llovieron críticas por todos lados. Parece que no checaron el calendario antes de salir a correr.
Y qué me dicen de Disney. Con su nueva versión de “Blancanieves”, donde la protagonista es interpretada por una actriz latina, pro-palestina, y compartiendo el spotlight con una actriz israelí pro-Estado Israelí. Algunos conservadores los acusaron de ser “demasiado progresistas”. Pero sus fans más apasionados salieron al quite, defendiendo la inclusión y la diversidad y agregando agendas completamente ajenas al verdadero meollo cinematográfico. Ya ni las cenas navideñas con los tíos peleándose por los terrenos del abuelo…
En otro rincón del mundo, la banda irlandesa Kneecap se metió en camisa de once varas. Unos videos viejos donde supuestamente apoyaban a grupos terroristas salieron a la luz y se armó “la rebambaramba”. Varios políticos pidieron que los sacaran de festivales y hasta la policía los está investigando. Ellos dicen que todo fue sacado de contexto, pero el daño ya está hecho. Adiós Coachella o de perdis, Vive Latino…
No olvidemos a Heidi Klum y su hija Leni, que posaron en lencería para una campaña recientemente. Las redes se dividieron entre quienes aplaudieron la confianza y quienes lo vieron como algo incómodo. Al final, Heidi apagó los comentarios en su Instagram, pero el debate ya estaba encendido y se pasó para otras plataformas.
¿Y México? Pues pregúntenle a los del restaurante Sonora Grill, que volvieron a dar nota hace poco por los supuestos tratos discriminatorios en otra de sus sucursales. Aunque ya se habían defendido antes con comunicados y abogados, ahora el problema regresó con más saña. ¿El problema, tío Presno? No es lo que haces cuando te ven, sino lo que la gente dice cuando ya se les acabó el postre. La reputación ya venía raspada, y las redes lo único que hicieron fue volver a sacudir el polvo.
Estos casos nos recuerdan la teoría del interaccionismo simbólico de Goffman: todos estamos actuando en un escenario social, y en redes, cada post es una actuación frente a una audiencia crítica. Si tu marca no cuida su papel, puede terminar haciendo el oso.
Además, la teoría de la espiral del silencio de Noelle-Neumann nos dice que si una marca no se alinea con las opiniones dominantes, corre el riesgo de ser silenciada o cancelada. Por eso, es vital estar al tanto de las conversaciones y saber cuándo hablar y cuándo mejor quedarse calladito.
Entonces, ¿qué deben hacer las marcas? Primero, ser auténticas. La gente huele la falsedad a kilómetros. Segundo, escuchar a su audiencia (Social Listening) y adaptarse sin perder su esencia. Y tercero, tener un plan de crisis listo, porque en internet, el fuego se propaga rápido.
En resumen, en el mundo de las redes sociales, la reputación de marca no se construye con likes, sino con congruencia, autenticidad y una buena dosis de sentido común. Porque, como diría también mi tía: “En boca cerrada no entran moscas, pero en redes abiertas, cualquier cosa puede pasar”.
Así que, si tienen una marca, no se hagan los occisos. Escuchen a su audiencia, especialmente usando Social Listening con asesoría de WatsonData, sean auténticos y, sobre todo, piensen antes de postear. Porque en redes, como en la vida, “el que no cae, resbala”. Y si caen y resbalan, siempre podrán echar mano de nosotros para asesorarlos.
Hablamos pronto…