Aunque Estados Unidos tendrá el mayor número de partidos y Canadá intentará mostrar su mejor cara al mundo, el impacto del Mundial 2026 que realmente nos importa estará en México, especialmente si lo entendemos como una oportunidad para dejar un legado que trascienda la euforia de 90 minutos (o de las poco más de dos semanas que tendremos partidos en el país). No se trata solo de cuántos goles veremos en el Estadio Banorte o cuantos aficionados asistirán o la ya mencionada “derrama económica”, sino de qué pasará con el fútbol mexicano una vez que se apaguen las luces del último partido celebrado en la República Méxicana.
¿Qué significa legado en un Mundial?
FIFA lo suele definir como “el conjunto de beneficios que un país anfitrión puede obtener antes, durante y después de una Copa del Mundo”. Pero no todo es infraestructura.
En el caso de México, el legado puede (y debe) ir más allá de estadios remodelados o mejora en las vías de acceso a los inmuebles. El Mundial 2026 tiene el potencial de transformar la relación entre el fútbol, las marcas, la afición y el desarrollo de este deporte en el país. Y de esto ya tenemos referencias previas. Las Copas del Mundo de 1970 y 1986. Y la celebración del Mundial Sub-17 de 2011. Si revisamos detenidamente, veremos que tras ser el anfitrión en estos tres momentos, hemos dado algunos saltos en todos los sentidos como industria.
El más reciente, el Mundial Sub-17 del 2011 permitió sentar las bases de muchos protocolos que posteriormente veríamos reflejados en la naciente LigaMX en 2012 que significó una restructura de la principal división del Fútbol en México.
3 áreas donde México puede ganar más que partidos
1. Profesionalización del fútbol como industria
El Mundial puede ser el catalizador para profesionalizar áreas críticas como:
– Gestión de clubes
– Capacitación de talento en marketing y patrocinios
– Creación de contenido con un enfoque global o al menos multicultural
Según datos de Statista, la industria del fútbol mexicano generó cerca de 500 millones de dólares en 2022, pero sigue rezagada respecto a ligas europeas de tamaño similar, especialmente por los entornos económicos, además de que es poco visto fuera de sus mercados naturales. Un Mundial bien gestionado puede aumentar ese impacto en los años venideros si se invierte en talento, tecnología y estructura. Claramente, algunas de estas cosas sucederán de forma natural por la exigencia del evento, pero también “abre la mente” para que podamos encontrar nuevos caminos, mejores prácticas y brindar un mejor producto a los aficionados y los stakeholders involucrados (especialmente patrocinadores).
2. Conexión emocional con nuevas generaciones
La oportunidad más poderosa no es digital ni económica: es emocional. El 2026 puede ser el primer Mundial “en casa” para toda una generación de jóvenes que ya no se identifican con el futbol o con la Selección Nacional como lo hicieron sus padres o abuelos. Y ahí está la clave: si logramos que ese vínculo se vuelva emocional, inspirador y auténtico, habremos ganado mucho más que una candidatura o ser anfitriones por tercera vez. Hay algunos reportes que han señalado que el 67% de los fans mexicanos entre 16 y 24 años dicen seguir más a jugadores que a clubes o Selecciones Nacionales. La narrativa debe cambiar. El momento se debe aprovechar.

3. Impulso a la economía local y regional
La derrama económica del Mundial no debe quedarse solo en turismo tradicional, hoteles y restaurantes. Hay una oportunidad enorme en:
– Turismo deportivo
– PYMEs locales conectadas al evento
– Activaciones de marca con impacto social
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo estimó que los eventos deportivos de gran escala pueden aumentar el turismo en más del 20% en los dos años posteriores a su realización, pero esto solo ocurre si las ciudades sede se preparan desde ahora con una visión de largo plazo.
¿Y la afición? también merece su legado
En México, el aficionado es mucho más que un espectador: es un generador de contenido, un embajador cultural y un consumidor con una voz “muy ruidosa!. Es momento de verlo como parte del ecosistema y no como alguien que solo compra boletos o camisetas. El legado del Mundial también debería reflejarse en experiencias accesibles, contenidos locales, y sobre todo, una narrativa que represente a la afición mexicana con orgullo, humor, fiesta y pasión.

Una mirada estratégica y sostenible
El legado no es automático. Se tiene que diseñar, ejecutar y medir. Y eso requiere una alianza entre gobierno, la Federación Mexicana de Fútbol, la iniciativa privada, los clubes, los medios y por supuesto, los aficionados.
La historia no solo juzgará este Mundial no por la cantidad de goles o los grandes partidos o por quién ganó, sino por la cantidad de cambios que provocó. El legado del Mundial 2026 será otro momento de reinvención en el fútbol mexicano.








