Estamos viviendo una era de la inmediatez y la desesperación. Todo lo queremos súper rápido, peladito y en la boca. El despacito cada vez se desprecia más y se valora menos.
¿Cuántas veces hemos intercambiado correos y apenas le damos send cuando el otro reclama “no me llega nada”? ¿o el del coche de atrás que apenas se está poniendo el amarillo en el cruce y ya está tocando el claxon acelerando en primera? ¿o el WeTransfer que tarda en subir (para que el otro termine no usando)? Y así…
Adoptar el despacito a nuestro cotidiano es una práctica hermosa, por relajante y sanadora. Con más frecuencia sabemos de alguien cercano que padece de gastritis o de colitis, que se conoce toditas las marcas de antiácidos y que su vida es una eterna corredera. Son candidatos del burnout en 3… 2…
Tú, que me estás leyendo, seguro te estás identificando… pruebas no tengo; dudas tampoco XD
Lo que no nos damos cuenta
Esto que te acabo de describir es parte de la desesperada ansiedad en la que vivimos y que nos lleva a no tener paz.
Pero también hay otros aspectos de nuestra vida que ya consideramos como “lo normalito”, pero ya en algunos círculos se está analizando la posibilidad de meter reversa y hacer las cosas despacito.
Para empezar, es más probable que si hacemos las cosas sin prisa cometamos menos errores y quede bien a la primera. Lo que se hace rápido es generalmente al aventón y requiere de correcciones.
La comida
Aparentemente la comida rápida llegó para quedarse. Tiene su lado práctico pero la salud es la que se ve afectada, a corto o a largo plazo. Muchos en la pandemia tuvimos la oportunidad de regresar a la comida lenta, es decir, a aquella hecha en casa desde cero, como aquella que cocinan (o cocinaban) las amas de casa de tiempo completo o quienes tienen quien les cocine en casa. El sabor y el balance, por encima de todo, nos hace más saludables, además de más disfrutables.
La ropa
Un concepto del que se habla poco, pero que empieza a difundir, es el de la moda rápida. Más allá de que el modelo dure una temporada, los materiales y acabados se prestan para que te duren tres puestas a lo mucho. Telas de ínfima calidad hechas de quién sabe qué que se rasgan a la primera lavada, costuras que se deshilachan a la mitad de tu evento, condiciones de producción perfectamente desfavorables, pero con precios de alta costura. Quienes compran ese tipo de ropa no tiene ni la menor idea de lo que hay detrás de su moda barata (ojo, incluye Zara, H&M y C&A, entre otras marcas), que presume como si fuera náis, y que tiene impacto ambiental y laboral (humano).
Ejemplo de risa: el maratón
Apenas este pasado fin de semana se celebró el Maratón CDMX 2022. Aunque parezca una actividad que no tiene conexión con el concepto “despacito”, lo tiene con daños colaterales. La gente que participa en este tipo de eventos sabe de la disciplina y la preparación que demanda un maratón. Pero ya sabes que ahora los desesperaditos piensan que esa preparación es una exageración y con unos cuantos días de calentamiento ya se sienten listos para entrarle.
Si bien no ha sido noticia nacional, existen ya varios reportes médicos de que tuvieron que atender a personas que a la mitad de la carrera se vieron afectados en el sistema cardiorrespiratorio, algunos de consecuencias fatales y/o irreversibles.
Todo por la prisa.
Es muy importante que como mercadólogos nos responsabilicemos de la comunicación que diseñamos y de las marcas que decidimos promover. Busquemos la forma de evitar la promoción de productos que se fabrican con prácticas desfavorables, y comuniquemos al consumidor lo que en verdad necesita saber para que no se sienta engañado ni que afecte su integridad personal.
Haz la prueba… vive una semana despacito. Verás que en tu estado de ánimo hay cambios de trascendencia.
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#YaDije