Con mis fotos no te atrevas
Recuerdo una junta que realizamos en una agencia en la que chambeaba hace unos años. Nos encontrábamos con el cliente… más bien “los clientes” ya que las decisiones las llevaban a cabo entre tres personas, cada una de ellas con diferentes responsabilidades en una empresa pequeña, pero de gran relevancia en su nicho.
Estábamos definiendo el diseño del sitio electrónico y tocamos el tema de las imágenes que, para su actividad, era de gran preponderancia que tuvieran excelente calidad y que fueran muy claras en cuanto su contenido.
Por supuesto que una de las cosas en las que coincidieron aquel día ese trío (que tantos dolores de cabeza pasarían a darnos) fue que sus fotos deberían de protegerse de alguna manera para que nadie las pirateara. Por su propia naturaleza, eran muy propensas a ser utilizadas por terceros.
Aunque ofrecimos varias soluciones al tema, nunca logramos convencerlos de que podíamos poner limitantes pero que las imágenes siempre serían susceptibles de ser copiadas y recicladas por alguien más. Aún recuerdo la cara de escepticismo que pusieron.
La reunión siguió y pasamos a otros temas de la orden del día para llegar a otro asunto: requerían la elaboración de material de promoción para el cual era necesario comprar algunas fotos de stock para ilustrar. De inmediato uno de ellos pregunto:
―¿No podemos bajarlas de Internet?
Nunca le había perdido el respeto tan rápido a alguien.
El clásico caso ―tan nacional―, en el que una persona defiende con garras y dientes sus propios derechos pero, cuando se trata de los derechos de los demás, no le importa irse por la libre sin preocuparse por las consecuencias.
“Protejan mis fotos, que nadie las use, pero, las de los demás…”
Hipocresía pura y dura.
¡Torruco al abordaje!
Esta pequeña historia recabada de mis años de trabajo con vendedores de humo llegó a mi cabeza después de leer en Twitter el particular caso del diputado Miguel Torruco Garza quien, en su afán de mostrarse como el más rastrero y adulador minion del presidente, decidió regalarle esa foto en la que un grupo de personas, que parecen fervientes idólatras, rodean al ejecutivo.
La foto fue tomada por el periodista gráfico Luis Antonio Rojas (@LuisAntonioR_mx) quien, según afirma, recibió primero una solicitud por parte del legislador para comprar la foto y, cuando se enteró del precio, éste ya nunca volvió a contactarlo.
En vez de comprar la imagen a su autor, la ejemplar solución de Torruco fue la de “bajar” la foto de Internet, imprimirla y regalarla en un gesto de abyecta servilidad al presidente.
Por supuesto que Rojas acusó al diputado de lo ocurrido. Era de esperarse que la respuesta tuviera ese cinismo que sólo logran los politicastros de esta, nuestra democracia desahuciada:
Las acciones de Torruco me hicieron pensar mucho en aquel grupo de personas con las que tuvimos la dichosa reunión de las fotografías.
Nadando con carpinchos
Pues podrán decir lo que quieran, pero este año se caracterizó por ser uno de los más descabellados que me ha tocado vivir y, vaya que ya llevo varios.
En vez de ponernos a buscar “lo mejor y lo peor”, mejor enfoquémonos en el factor “cute” que nada tiene que ver con la triste realidad que cada día nos rodea: violencia, tráfico, políticos rateros, argentinos festejando…
Me encuentro con que la revista Dazed ha declarado este 2022 como el “Año del capibara” o “carpincho” palabra que utilizarían los puristas del castellano a quienes no le gustan que términos extranjeros lleguen a ocupar el espacio de los nuestros (a los sindicatos de palabras no les gusta que les vengan a quitar la chamba).
Respeto a las tradiciones.
Decía que este año era el del capibara y a mí ya me latía, desde que mi hija cambio su avatar de Neflix a uno de estos roedores que algún ingenuo turista gringo en Sudamérica describió como “hamsters gigantes”. Han dominado la escena en Tiktok y después de los gatos (que ni dios les quita su lugar de supremacía), han sido los animales que más han aparecido este año en redes sociales.
¡Largo reinado a los capibaras!
Año de apocalipsis
Otra de las cosas que nos deja el año que termina es esa sensación postapocalíptica que la mayoría de nosotros parece compartir. No hay dinero, la economía está en recesión, pero la gente está gastando dinero, comprando cosas y, sobre todo, saliendo a pasear y vacacionar.
Parece que estamos a la espera de la versión “reloaded” del coronavirus y, mientras eso ocurre, nosotros mejor nos dedicamos a bailar y a disfrutar. ¡Que siga tocando la orquesta del Titanic!
Lo bailado no nos lo quita nadie.
¡La vida es una!
Y si es cierto, las redes sociales están más tóxicas que nunca. Elon Musk parece haber llegado con la sola intención de alterar más un panorama sumamente enrarecido por Trump, López Obrador así como la infinidad de “lovers” y “haters” de cada bando que no dudan en comportarse como simios y arrojar excrementos los unos a los otros ante la más mínima provocación.
Amiga, amigo, mejor apaga Twitter, el Face así como Tiktok, y dedícate a disfrutar de la vida durante este periodo de fiestas, en lo que llega el próximo bicho.
Una respuesta
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