La industria refresquera y la de envases de plástico saben que tienen una deuda que saldar con el medio ambiente, y que ya no puede postergarse. Ya lo auguró Bill Gates en una entrevista concedida recientemente: “El cambio climático tendrá efectos mucho peores que la pandemia”.
Aunque la alerta se ha realizado de forma puntual por académicos, instituciones y ambientalistas en otros contextos, nunca hemos sido tan conscientes de los estragos de las tragedias como ahora, que vivimos la fatalidad del COVID-19.
Algo hemos aprendido, y aunque no se pretende desatar pánico, vale recordar que los estudios calculan que 8 millones de toneladas de plástico se vierten a los océanos cada año, por lo que en 2025 podría haber una por cada tres toneladas de peces en el mar, pero la contaminación terrestre es hasta veinte veces mayor, si se toman en cuenta los microplásticos (residuos de envases de pasta dental, cosméticos, etc.).
Es cierto que la industria del plástico ha dado algunos pasos al fabricar materiales con propiedades que permiten un mayor tratamiento y reciclaje después de su uso, y que industrias como la refresquera, realizan campañas para fomentar el reciclaje de las botellas PET e, incluso, han vuelto a poner en circulación botellas de vidrio retornables.
Más aún, sus áreas de innovación buscan otro tipo de materia prima que permita un envasado más responsable.
El año pasado la marca de whisky Johnnie Walker dio a conocer su primera botella de papel, aunque sólo para lanzar al mercado una edición limitada de su licor en 2021.
Entre los pocos detalles precisó que el papel provendría de pulpa de madera, de origen sostenible.
Hace unos días Coca Cola hizo lo propio en Europa, al anunciar que tiene un prototipo de botella biodegradable que lanzará mediante un programa piloto para la bebida AdeZ, una bebida de soya húngara.
La botella será fabricada en conjunto con Paper Bottle Company con materiales de reciclaje como el papel, la consistencia será igual a la del cartón y estará recubierto con plástico reciclable para evitar su desgaste.
Pero no hay que emocionarse porque la mayor distribuidora del mundo ha dicho que es tan sólo un piloto para esa bebida, similar al Ades que conocemos, y que le permitirá analizar la reacción de los consumidores.
Una disculpa si en su mente ya se había generado la imagen de una botella de cartón con Coca Cola Zero azúcar, pero no, al parecer todavía andamos lejos de eso, pues las bebidas carbonatadas, a diferencia de la leche y los jugos, demandan otro tipo de envasado.
El enemigo silencioso
El problema por contaminación de plástico sigue presente. Se entiende que no acabará de la noche a la mañana, pues la producción global de plásticos aumentó de forma considerable en la segunda mitad del siglo pasado y en lo que va del actual: de 2 millones de toneladas en 2050 a 400 millones en 2018, según el estudio Contaminación por plástico, publicado en 2019.
Justo por ello, los esfuerzos para reducir la contaminación de los plásticos deben potenciarse. Vale recordar que en la fabricación de este material hay más de 60 sustancias químicas caracterizadas como de alto riesgo para la salud, las que además se consideran bioacumulables y tóxicas, de ahí que a esa contaminación se le considere como un enemigo silencioso.
Las empresas deberán de tomarse más en serio la responsabilidad que tienen en la introducción de envases y empaques menos contaminantes, ya no hay tiempo para dar sólo golpes mediáticos, aunque por ello las cuentas no les sean tan rentables como en el último medio siglo.
Y sí, a los consumidores también les toca hacer lo propio y bajarle al consumo de plásticos, ejercer el poder que tienen y elegir los productos más responsables con el medio ambiente, que también les pertenece y del que son corresponsables.
Quizá entonces, quienes hacen el marketing de las empresas también puedan presumir los logros medibles de las firmas en la reducción de contaminantes, y comprometerse, en consecuencia, a que sus marcas sean las preferidas de las personas.