Llega de nuevo la noticia sobre un “peligroso” acercamiento por parte de un asteroide el día 18 de enero y, aseveran los medios que la publican, “la NASA advirtió sobre su peligrosidad”.
Una vez más.
Como si dichos medios se quisieran subir al tren generado por la película de Netflix “Don’t look up” la cual se ha transformado en trending topic y mucha gente la comenta en redes.
Sin embargo, el problema que se nota en este caso es que las noticias de estas características ya se transformaron en una cantaleta repetitiva. Por lo menos una vez cada año nos quieren asustar con el acercamiento de un asteroide/cometa potencialmente destructivo. Esto lleva tanto tiempo ocurriendo que la respuesta de muchos, al ver la noticia publicada, es un bostezante “¿otra vez?”
Como ocurre a los protagonistas de la película, la incredulidad es la única respuesta a semejante “revelación”.
Esto que viene creo que ya lo dije alguna vez:
La gran mayoría de películas de desastre comienzan con un científico siendo ignorado. Desde la caída de un megameteorito destructor de civilizaciones hasta la propagación de una nueva cepa de virus maligno: los apocalipsis hollywoodenses siempre empiezan con la misma fórmula.
Creo que ese es el encanto de “Don’t look up”, prácticamente durante toda la narración, los científicos son olímpicamente ignorados, abusados, maltratados y hasta acusados de delitos de lo más estrambótico.
Lo peor de todo es que ese tipo de actitud se ha transformado en el lugar común. Parce ser que en la actualidad no tenemos tiempo para monsergas científicas: ¿Calentamiento global? Si está haciendo frío ¡cómo creen! ¿Qué los océanos se están acidificando? No’cierto, siguen igual de salados que de costumbre.
Y es que estamos viviendo justo en el apogeo de una crisis de credibilidad institucional como nunca se había dado.
Ya no es solo desconfianza en el gobierno. Es desconfianza en los dirigentes políticos y religiosos, en la ciencia y sus representantes, en los grandes consorcios y en los empresarios. Ya es desconfianza en todo. Todo lo que huela a institucionalidad, a trabajo organizado, al ciudadano promedio le suena a tranza y a engaño. Suena a que “alguien le quiere ver la cara”.
Una clara muestra de esto es la gran guerra que se ha desatado alrededor de las vacunas. La gente no cree en las vacunas muchas veces por el simple hecho de que estas fueron creadas y probadas por grandes empresas de escaza ética que pueden ser usadas como ejemplo del más salvaje capitalismo. De la misma manera, las vacunas son promovidas por los mismos políticos que nos han intentado engañar con tantísimas otras cosas.
La burra no era arisca, diría mi padre.
Es irónico, pero esta falta de credibilidad a todos los niveles se puede transformar en el verdadero y único jinete del apocalipsis. La única razón, más allá de guerras y enfermedades, que nos puede llevar al ocaso de la civilización.
Y es que ejemplos hay muchos: En Estados Unidos una gran cantidad de personas tienen la seguridad de que las pasadas elecciones fueron fraudulentas y que los demócratas se las robaron. Las autoridades electorales perdieron toda credibilidad, no importa si las razones son verdaderas o falsas, el daño ya está hecho. Cuando ese tipo de dudas y cuestionamientos comienzan a darse en lo que muchos califican como la democracia más sólida de orbe, quiere decir que algo está muy, pero muy mal.
¿Qué va a pasar las próximas elecciones cuando la gente salga a las casillas electorales a emitir su voto? ¿Los perdedores van a aceptar pasivamente su derrota? ¿los ganadores van a tratar de forma civilizada a sus contrincantes?
Aunque no lo parezca, estos son escenarios que podrían generarse dentro de pocos meses, cuando los estadounidenses salgan a votar en sus elecciones intermedias luego del intento de golpe al Capitolio (que apenas ocurrió hace un año).
No sería nada remoto que una nueva legislatura eminentemente republicana intentara borrar del mapa al partido contrario con el beneplácito de sus electores basándose en temas de confianza. “Ya se robaron una elección ¿qué otras trapacerías estarían dispuestos a cometer?”
Esa desconfianza y esa duda genera que al contrincante político se le vea como un enemigo terrible para el que sólo hay una solución: la destrucción total y absoluta. Un regreso a la política por eliminación de otras épocas más oscuras en las que era imposible convivir con personas que pensaran tan sólo un poco diferente a uno.
Y si eso está ocurriendo en Estados Unidos, ¿qué pasará en democracias más frágiles como otras que conozco?
Este es precisamente el reto.
Es el reto que tienen enfrente los gobiernos y los partidos políticos, los científicos y muchos otros. Este es también un gran reto al que enfrentamos quienes nos dedicamos a comunicar y a generar información. ¿Cómo recuperar la confianza de la gente?
Son tiempos en que la honestidad ya no es un lujo o una carta de presunción. La confianza es, hoy por hoy, una moneda muy cotizada la cual es muy difícil de obtener y se puede perder con una velocidad pasmosa, a veces sin siquiera tener la culpa.
Es tiempo de reconocer que si no se recupera la confianza de la gente, las cosas podrían salir muy mal.
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Por cierto, el asteroide (llamado 1994 PC1) pasará a 2 millones de kilómetros de distancia; 4 veces más lejos que la Luna.