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La mentira del avance igualitario

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Pasamos por una semana convulsa derivado de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo; momento en que un contingente importante de mujeres salió a protestar en las calles de nuestra Ciudad para culminar frente a Palacio Nacional, residencia del Presidente de la República. Sus reclamos e indignación legítima no son circunstancias momentáneas, sino productos de cientos de años en que han sido relegadas a un papel secundario sin otra justificación que su simple condición como mujeres.

Evidentemente, como casi nada en la vida, escapa a la materia jurídica, así que la perspectiva de la desigualdad de género, ha sido recogida por el Derecho desde diversos puntos de vista. De hecho, el punto central de las consignas y los reclamos tanto el 8 como el 9 de marzo – día en que las mujeres decidieron protestar silenciosamente no acudiendo a sus trabajos o clases – pasa por la violencia física que culmina en el feminicidio en no tan pocas ocasiones.

VIOLENCIA ECONÓMICA TAMBIÉN ES VIOLENCIA DE GÉNERO

Con la diversificación de la información, también encontramos caracterizaciones específicas de los tipos de violencia de género existentes. Dadas las circunstancias de los temas que manejamos en este espacio, es importante centrarnos en un tipo de violencia de género que no se suele profundizar pero que, debido al avance que han tenido las mujeres suele ser un obstáculo poco visibilizado en las empresas públicas o privadas: la violencia económica.

El término “empoderamiento económico”, cuando se trata de mujeres, no deja tener una carga que nos remite a que se le está dando una oportunidad a las mujeres para que produzcan, para que emprendan y logren un crecimiento en sus finanzas, sin embargo, esto no se trata de concesiones, se trata de derechos. Las mujeres, ya sea por empresas propias o trabajando para alguien, debe gozar de los mismos derechos que establecen tratados internacionales, la Constitución de nuestro país y la demás legislación aplicable. Lamentablemente esto no suele materializarse en la realidad.

Lejos de lo que pudiéramos pensar, el avance en materia de igualdad de género ha sido marginal, ya que, a pesar de los muchos años de lucha para lograr las mismas oportunidades y derechos de sus pares masculinos, prevalecen circunstancias desfavorables que profundizan las desigualdades.

LA BRECHA ESTANCADA

El más claro ejemplo es la brecha salarial prevalente en el mundo entero y, particularmente, en nuestro país. De inicio, debemos señalar que la brecha salarial es la diferencia entre el salario que perciben los hombres y las mujeres en promedio, lo cual se agudiza en los casos donde, a pesar de realizar el mismo trabajo, el hombre gana más que la mujer. 

De acuerdo con cifras publicadas por Eurostat en 2014, la brecha salarial promedio en esa región era de 16 por ciento, lo cual es una diferencia sustancial que, a pesar de su disminución, se ha estancado en los últimos años. En términos generales, la OCDE estima que la brecha promedio entre los países miembros es del 13 por ciento. Pero enfocándonos en nuestro país y el clásico “esas no son formas de protestar”, nos confrontamos que la brecha salarial en México es del 18.8 por ciento, es decir, por encima del promedio de la OCDE y liderando a nivel Latinoamérica.

Aunque resulta incomprensible el por qué una mujer gana menos que un hombre haciendo las mismas actividades, el marco jurídico en la materia podría interpretarse como un claro caso de discriminación con todo lo que ello implica, sin embargo, la interpretación de la ley, sobretodo en materia laboral, ha permitido estos abusos que agudizan la violencia económica en perjuicio de las mujeres.

DERECHO HACIA LA IGUALDAD ECONÓMICA

La buena noticia es que, justamente dos días después, del Día Internacional de la Mujer, el Senado de la República aprobó una iniciativa de reforma a 14 disposiciones legales para generar que esa brecha no sólo disminuya, sino que desaparezca so pena de sanciones económicas y administrativas contra los perpetradores e estos actos de discriminación.

Aunque el camino es largo porque falta que la apruebe la Cámara de Diputados, la visibilidad de esta circunstancia es un avance relevante para la igualdad sustantiva, que no es otra cosa que la consecución de una igualdad de género de facto, es decir, que no sólo esté en la letra y no en la realidad.

El dictamen aprobado es largo en su exposición de motivos y en la cantidad de artículos reformados, pero hemos de decir que en términos económicos se reforman la Ley Federal del Trabajo, la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado y la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, lo cual es un impacto directo a las percepciones de mujeres que trabajan en el sector público y el sector privado.

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El contenido de la reforma, de manera general, se circunscribe a los siguientes temas:

– Señalar que cuando se desempeñe un trabajo igual, la remuneración debe ser la misma sin importar si se trata de hombre o mujer.

– Impedir que existan empleo que, en su oferta, discriminen o incluyan lenguaje que atente contra la dignidad de las mujeres.

– Posibilitar a los centros de trabajo para que obtengan Certificados de Igualdad Laboral y no Discriminación cuando lleven a cabo acciones que procuren la igualdad de género.

– Por parte de las instancias gubernamental, impulsar políticas públicas que permitan que las mujeres tengan más acceso a cargos públicos o en empresas privadas.

– Se redefine de manera más detallada lo que se considera violencia económica por razones de género.

TODAS GANAMOS

Pero más allá de la legislación y su cumplimiento, debemos entender que la inclusión de las mujeres en la vida económica implica mejores condiciones para todo un país, ya que se ha demostrado que si se redujera la brecha de género, para 2025 se agregarían cerca de 800 mil millones de pesos al Producto Interno Bruto del país, además de que el desarrollo económico de las mujeres, por su empatía con el entorno, implica mejores condiciones para ellas, sus familias y sus comunidades.

Aunque si hemos avanzado en igualdad, las ganancias son paupérrimas en la mente y en la realidad.

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