Apenas era enero…
Llega año nuevo al ritmo de las doce campanadas. Con un esfuerzo sobrehumano para no atragantarse con la ingente cantidad de uvas por segundo —y ser la primera entrada en la lista de muertes ridículas de 2024— hacemos, diría Nacho Cano, un balance de lo bueno y malo.
¿Cómo ser mejores este 2024?
Fumar menos, tomar menos, desvelarse menos… Por lo menos eso es lo que la mayoría espera que haga uno para vivir más y mejor pero, ¿vale la pena privarse de esos pequeños placeres?
Mejor pedir algo que no sea medible, algo que uno pueda decir que lo está haciendo pero que nadie tenga la forma de medirlo. ¿Ser mejor persona? ¿Dedicar más tiempo a mi salud espiritual? ¿Buscar una mejor relación con Él? ¿Dejar de enojarme tanto con los políticos?
Sinceramente suena mejor. Y cuando ocurra lo que irremediablemente ocurre a mediados de enero, cuando uno falla de forma miserable en alcanzar siquiera tres semanas de “nueva vida”, nadie se dará cuenta.
“Ya, en serio”, decimos mientras tratamos de no morder las muy amargas semillas que acompañan el interior jugoso de cada uva, ¿qué caso tiene esforzarse si el mundo seguirá siendo la misma porquería de siempre?
Resoluciones políticas
Los políticos son los que deberían de ser obligados a hacer verdaderos propósitos de año nuevo sancionados por notario público. Hacerlos del conocimiento de todo mundo y someterlos a la justicia popular en caso de fallar. ¿Cómo sería un mundo en donde estos pudieran ser juzgados y castigados por sus actos?
Los que fallen, calculo que sería una enorme mayoría, tendrían que ser separados de sus puestos y alejados de cualquier situación en la que pudieran tener acceso al control de gente o de dineros.
Y es que ¿cómo puede uno tener esperanza del año que llega si todo pinta para ser igual —o peor— de lo que hemos vivido durante los últimos años?
Desde la cima, puras mentiras, medias verdades y calumnias. Nos prometieron la llegada al paraíso y esto está peor que nunca: corrupción, crimen desatado, políticos chapulines, políticos que se hacen pendejos ante los embates del poder debido a que también ansían su pequeño coto.
Muchos de los que antes se declararon “críticos del poder” ahora parecen formar parte de un espectáculo del Sea World donde tocan trompetas y aplauden las decisiones más idiotas que se tengan memoria desde la era del “arriba y adelante”. Aquellas épocas en que bastaba la voz del líder para iniciar una serie de acciones mal pensadas y mal planeadas y crear así enormes obras dignas de un Ramsés, pero más inútiles que una columna sobre Reforma.
Lo peor de todo es que del lado llamado “opositor” la cosa también está muy chafa. Los que pretenden sustituir a los actuales pelmazos siguen siendo parte de la misma clase política que fue la que nos llevó a donde estamos. Parece que hemos regresado en el tiempo a épocas de Miguel de la Madrid, cuando las esperanzas de un futuro mejor eran prácticamente nulas.
Y mientras todo esto ocurre nuestro país, de forma lenta pero imparable, comienza un camino de regreso a un pasado que nos costó muchísimo tiempo y trabajo quitarnos. Todas las fuerzas parecen empeñadas en formar un régimen digno de lo peor del siglo veinte disfrazado de progresismo y justicia social.
¡Vamos de regreso al populismo priísta del siglo veinte y los matraqueros del régimen parecen más felices que nunca agitando sus pompones y realizando tablas gimnásticas en honor del gran líder!
En serio, lo que la gente debería de ponerse como propósito de año nuevo es tratar de ser mejor ciudadano: no pasarse los altos, respetar al peatón, hacer fila, no robar, no agandallar, no tratar de forzar las reglas y las leyes a favor propio, todas estas cosas imposibles para un pueblo que, desde tiempos inmemoriales, ha visto que quienes los dirigen son una punta de sinvergüenzas que nunca han respetado la ley. ¿Por qué habrían de respetarlas ellos?
Cada pueblo es tan cínico como sus propios dirigentes.
¿O no?
Soñemos
Soñemos, soñemos pues con un mejor año que a lo mejor hay que empezar dentro de lo más profundo de uno mismo para de ahí proyectarlo al exterior. Un pequeño cambio para involucrarnos más en los temas que nos importan como comunidad, como sociedad, como país y como civilización.
El 2024 promete ser ríspido, como un vuelo en avioneta a través de un huracán, y los astros muy bien puede alinearse de la peor manera, para que ocurran eventos políticos, económicos y sociales —nacionales y mundiales— que nunca antes hemos visto.
Depende de nosotros intentar hacerlo mejor desde el pequeño pedazo de territorio que nos toca defender.
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