Hace algunos días elaboré un escrito sobre alguna fecha de conmemoración internacional y encontré que el 9 de agosto es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, decretado por la ONU hace varios años como un impulso a la visibilización y respeto a las comunidades y pueblos originarios en el mundo que habían sido relegados mancillando sus usos y costumbres por no adecuarse a la visión del mundo occidental.
Indígenas de cambio
Entre las cosas que instituía ese organismo internacional era el de pensar una arista que tenga que ver con los pueblos indígenas para que año con año fuera el eje de la conmemoración y, curiosamente, este año se trato de ver a la juventud indígena como un motor de cambio, entendiendo eso que estamos viviendo un proceso de revalorización de las costumbres milenarias por parte de la juventud de esos pueblos y, además están tratando de darles un giro para que sean autosustentables.
Ello me hizo recordar que hace unos 10 años en que acudí a un foro de organizaciones de la sociedad civil que tendían a la mercantilización de todo tipo de productos y servicios pero constituidos precisamente como cooperativas o asociaciones civiles, había una pequeña empresa conformada por miembros de una comunidad indígena en el Estado de México que se dedicaban al procesamiento artesanal de todos los productos relacionados con la miel de abeja.
Con técnicas rudimentarias que, evidentemente, no contaban con una metodología lograron colocarse en el mercado de tal manera que, en poco tiempo, ya estaban distribuyendo su producto dentro del país en volúmenes que jamás se hubieran imaginado y con ganancias impensables que ayudaban al desarrollo de la comunidad en general, con mejores viviendas, más espacios públicos y fomento de las tradiciones. Recuerdo que, para ese momento, lo que estaban buscando era entender el proceso de exportación porque algunas empresas europeas querían distribuir su producto en varias capitales de países europeos.
Ver desde la óptica indígena
Este tipo de circunstancias nos hacen pensar en que, si bien tiene poco que se dio el reconocimiento de los pueblos indígenas y comunidades afromexicanas en la Constitución de nuestro país, nuestra visión mestiza impide que haya un conocimiento pleno de la cosmovisión de ese sector de la población que, en el caso de México, no es nada reducido, ya que más del 20 por ciento de la población mexicana se autopercibe como indígena y una buena cantidad de ellos hablan alguna lengua indígena.
Hoy las y los indígenas piden que se respeten sus tradiciones y se analicen desde la óptica indígena y no con los presupuestos de nosotros que ya hemos vivido en espacios ajenos a esos usos y costumbres y que, por ello, se satanizan conductas, ferias y hasta resoluciones que se dan en el seno de consejos que fungen como autoridad en esos territorios.
Por otro lado, los jóvenes que han reivindicado las tradiciones, que se han vuelto, incluso, activistas sociales en la explotación racional de la naturaleza, en la producción de víveres con base en técnicas ancestrales y, desde luego, del turismo racional, también han visto la importancia de contar con economías sanas y autosustentables para evitar esa dependencia a los gobiernos para quienes se encuentran hasta el final de la lista de prioridades.
Manos mágicas
Muchos de los productos artesanales que surgen de manos indígenas tienen un potencial enorme en el mercado mundial. Una pieza artesanal del Estado de México, por ejemplo, puede llegar a costar más de 10 mil dólares en Estados Unidos de América o en Europa, sin embargo la potencialización de comercialización se ve mermada ante el desconocimiento de los productores.
La siembra, ganadería, apicultura, horticultura y otros tantos oficios en los pueblos indígenas, además de ser sustentables, son una calidad orgánica inigualable, pero el proceso de comercialización es un obstáculo por la dependencia gubernamental o la aparición de intermediarios que aprovechan esas situaciones.
Marketing indígena
Y aquí va el cierre o, mejor dicho el reto. Entendiendo que el respeto a las comunidades indígenas desde el punto de vista de la igualdad, surge del artículo 1º y 2º constitucional, habría que impulsar proyectos colectivos en donde mercadólogos, publicistas o publirrelacionistas, trabajen de la mano de estos productores para cerrar la pinza de la producción y comercialización, de tal manera que las ganancias se eleven y el conocimiento tenga mayor alcance.
Si es que alguna persona entiende esto como una oportunidad de apoyar a nuestros pueblos originarios, les platico que hace algunos años, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos emitió una publicación intitulada “Economía indígena y mercado”, el cual era una guía inicial de comprensión del fenómeno económico y comercial en esas comunidades.
Entre los hallazgos más importantes está la pirámide conceptual del saber económico para una comprensión holística de la mercantilidad en este tipo de regiones y que bien pueden ser la base para que mercadólogos y publicistas tomen para diseñar campañas y estrategias de venta que permitan el crecimiento completo:
- Reconociendo y recuperando críticamente la economía indígena y las mujeres.
- Estar en la “cancha”: Los mercados indígenas y los indígenas en el mercado.
- Las visiones y aspiraciones una cancha múltiple.
- El acceso, uso-trabajo, control y usufructo de los bienes y servicios productivos.
- El patrón económico de las relaciones hombre-mujer. ¿Inequidad de roles y beneficios o complementariedad de roles y beneficios?
- La búsqueda de relaciones justas, ventajosas y afirmadoras con los mercados y sus tendencias, como la globalización.
- Precisando tareas y desafíos en lo inmediato y mediato, así como en lo propio y en lo ajeno.
El voltear a ver a este sector numeroso de la población no se trata de respetar a lo lejos sus costumbres. Debemos tomar acciones afirmativas para devolverles la sustentabilidad que sea piedra angular de su autodeterminación que les debe revestir de acuerdo con el orden jurídico nacional y de los muchos tratados internacionales que se refieren a ellos.