La pandemia llegó y nos encerró, a algunos más y a otros menos; unos voluntaria y otros involuntariamente; unos rebeldes y otros disciplinados… pero todos hicimos cambios en nuestra rutina diaria.
Y cuando hablábamos del “regreso a la normalidad” pensábamos en que todos los cambios que tendríamos que hacer se enfocarían a la parte de precauciones higiénicas y sanitarias, que los cubrebocas y el gel se quedarían con nosotros, y que tendríamos que aprender nuevas precauciones de convivencia, de conectividad, de movilidad y de alimentación, por mencionar algunas áreas de nuestra vida.
Lo que pocos pudieron anticipar son los cambios que como consumidores hicimos casi inconscientemente y que ahora son un hábito cotidiano imperceptible.
El consumo de energía y de tecnología.
Dos aspectos que se vieron altamente modificados. Los pocos que no tenían un smartphone o una computadora en casa ahora los consideran imprescindibles. Y los que ya teníamos ese “privilegio” ahora lo usamos de forma más inteligente, optimizando recursos y extendiendo coberturas.
Los servicios financieros tuvieron grandes cambios.
Las visitas a las sucursales bancarias ya son limitadas. Pagos y transacciones son tramitados en línea y en verdad acudir al banco es por excepción. Esto trajo una impactante multiplicación de fraudes digitales que también hemos tenido que aprender a manejar.
Online shopping.
Todos estamos conscientes de que el uso de apps y la realización de compras en línea se incrementó significativamente, y hasta quienes tenían pánico a las compras digitales ahora adoptaron el cambio como cambiar de calcetines.
Aprendimos a vivir con menos.
Y eso lo hicimos quizá sin darnos cuenta. Antes comprábamos por impulso infinidad de artículos que no necesitábamos, mientras que ahora somos más sensatos en lo que traemos a casa. También sucedió con los servicios que utilizamos: más entregas a domicilio, priorización de deseos vs necesidades, y menos consumo superfluo.
Nuestras compras las optimizamos.
Antes podíamos experimentar sin remordimiento de conciencia. Ahora cuidamos que lo que adquirimos se use realmente. Por ejemplo, si en la actualidad decidimos experimentar con algún ingrediente de cocina y no nos gusta, vemos la forma de que se utilice en algo que lo disfrace o lo regalamos a quien sí le gusta y que sabemos que lo va a utilizar.
Hicimos switcheo de marcas regulares.
Dentro de la experimentación que adoptamos como hábito pandémico, la alternancia de marcas echó raíces. Marcas o categorías que nos eran impensables e invisibles ahora las visualizamos como parte de nuestra consideración: cosméticos, servicios personales y de salud, alimentos, ropa, por mencionar algunos, nos llevaron a satisfacernos sin barreras con categorías alternas o marcas de diferente gama.
El marketing.
Obviamente, esto es sólo una muestra de los ajustes que hicimos. Y el marketing tuvo que adaptarse a esos cambios. Se tuvo que hablar con mayor sensatez, y se incrementó la necesidad de explorar las raíces y motivadores que impulsaron nuestros nuevos comportamientos. Es decir, la investigación de mercados creció -sólo que ahora se hace mucho más en línea- y el lenguaje de nuestros mensajes es más humano.
Seguramente tú has observado cambios en tu persona y cambios en tu consumidor. Compárteme qué has visto o vivido y que te haya tomado por sorpresa. Aquí al final hay un espacio para comentarios. O ven a Twitter LaBreton y conversemos (casi) en tiempo real.
#AprendizajesPandémicos
2 Responses
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Thanks for reading and commenting. Greetings.