Era yo joven, muy joven, eran épocas en que la mercadotecnia consistía en dibujar mamuts en las paredes de las cavernas…
No es cierto… lo que sí, es que era a mediados de los años setenta, en plena crisis del petróleo cuando los países árabes decidieron realizar un embargo y apretar a las naciones capitalistas para que así pagaran más por el combustible.
Es obvio que en esos entonces los autos que menos gastaban gasolina se transformaron en los más deseados y, justo de esa época pautaron en la televisión un spot comercial de Volkswagen donde la acción se ubicaba en una supuesta reunión internacional de análisis de dicha crisis. Mientras los delegados de todo el mundo llegaban en kilométricas limusinas, se escuchaba el clásico beep-beep de un vocho:
Era el presidente de la cumbre que llegaba en el auto que más gasolina ahorraba. Sonaba muy lógico.
Hoy, que la gran crisis es de tipo ecológico, se reúnen los grandes líderes del G20 para una Cumbre del Cambio Climático en Roma para hablar al respecto y definir la ruta para luchar contra un evento que amenaza directamente nuestro futuro como especie.
Al igual que en aquellos entonces, la realidad copia a la ficción. Eventos que nos hacen pensar si estos “líderes” tienen la capacidad o el interés de guiarnos ante menudo problema.
El primero, es el propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien llegó a la reunión en medio de un enorme convoy de 85 vehículos, todos ellos de combustión interna.
Tampoco hay que olvidar los dos 747 junto con toda una escolta de aeronaves militares que quedaron atrás en el aeropuerto sumándose a los más de 400 aviones privados en los que arribaron los distintos líderes.
¿Huella de carbono, dicen?
Esto me recuerda otro gran caso de líderes actuando de manera muy hipócrita: en plena crisis del 2008 los grandes ejecutivos de las tres grandes empresas automotrices estadounidenses acudieron a Washington para solicitar al gobierno ayudas económicas para poder sortear los malos tiempos y evitar así el despido masivo de trabajadores.
Nunca olvidaré la cara de niños regañados que pusieron cuando los legisladores de la comisión correspondiente los cuestionaron sobre la soberbia de acudir a pedir dinero en nombre de los trabajadores, viajando a bordo de lujosos jets ejecutivos pertenecientes a flotillas de las propias empresas “en problemas”.
Sin duda alguna un verdadero caso de falta de empatía.
De la misma manera, de regreso en el 2021, llaman la atención declaraciones hechas por parte de personalidades como el príncipe Carlos.
La real sanguijuela nos viene a decir, en tono bastante regañón, que hay que cuidar nuestro planeta, pero el señor llevó su real trasero al evento a bordo de un lujoso jet privado.
Hay que decir que este individuo tampoco utiliza en su día a día un vehículo eléctrico. Toda la familia real británica (que está bien “preocupada” por el calentamiento global) utiliza helicópteros de manera rutinaria para sus traslados dentro de su enorme país, que tiene las mismas dimensiones que Chihuahua.
La familia real británica, integrada por siete adultos, genera al año 3,810 toneladas de dióxido de carbono, es decir, 544 por persona.
¿Sabes cuantas toneladas genera un súbdito británico promedio?
Sólo 10. (aquí está todo el estudio)
Por supuesto que ni me voy a meter a hablar de gobiernos que cancelan presupuestos de conservación, que fomentan el uso de carbón y combustóleo para generar energía, pero que, a la hora de la hora, se lanzan a estas grandes reuniones internacionales a mendigar su “calaverita” y así poder cumplir con las metas establecidas.
No quiero hacer corajes.