Cada mañana rumbo al gimnasio, oficina, junta tempranera o aquello con lo que inicie mi día echo un vistazo a las noticias tal como supongo, hacemos muchos. Hoy no fue la excepción. Y aunque hay días que amanecemos con peores encabezados, hoy cerré twitter con un par de preguntas revoloteando mi cabeza: “¿qué demonios nos pasa?” y “¿para qué me metí?”. Así como un sentimiento de angustia que no podría describir.
Un resumen de lo que me orilló a ese pensamiento: el club de Fans de Diego Santoy (el asesino de Cumbres). Una señora que dijo en redes sociales sentirse muy orgullosa de su hijo… por haber sido un gran delincuente. Un cliente en Dallas que arremetió contra una empelada de Walmart por ser latina. La convocatoria al arrimón masivo en el metro. Y miren que no estoy abordando temas políticos y económicos.
La maldad es tan antigua como la raza humana y eso me queda claro. Lo que aún no dimensiono es si siempre han existido este tipo de cosas, pero no nos enterábamos o en serio la sociedad se está volviendo loca.
Las redes sociales parecen pensadas para gente feliz y sus buenos momentos. Sin embargo, son portadoras de tantas malas noticias y tantas noticias “wtf” que estoy seguro de no ser el único que las ha cerrado con esta sensación que en términos generales pudiéramos describir como estrés.
Investigando respecto al tema di con un estudio llamado “Social Media and the cost of caring” elaborado por el Pew Research Center en el que se explora si el uso de Redes Sociales, telefonía móvil e internet influye en los niveles de estrés de las personas. Los investigadores iniciaron el estudio con la teoría de que la hiperconectividad en la que vivimos genera presión en las personas por sí misma, es decir, el acceso a la tecnología en sí como detonador de estrés; sin embargo, los resultados arrojaron datos por demás interesantes.
En el estudio, realizado a 1,800 personas, se descubrió que los usuarios asiduos a internet y las redes sociales no presentan niveles más altos de estrés. De hecho, en el caso de las mujeres éste se reducía.
La frecuencia de acceso a las tecnologías digitales no influye en la presión que sienten los usuarios. Sin embargo, el mismo estudio arroja que la relación entre el estrés y el uso de las redes es indirecta. La forma en que aumentan la conciencia de los acontecimientos angustiosos en la vida de los demás, explica cómo el uso de las redes sociales puede dar lugar a que los usuarios sientan más estrés. “Se trata del precio que se debe pagar por preocuparse de la vida de los demás (‘cost of caring’)”, afirman los investigadores, “y es una variable humana, no tecnológica”.
Las conclusiones me dejan satisfecho. No soy el único que siente esa “angustia” al ver los sucesos desagradables que se dan a nuestro alrededor. El problema es que no existe una solución a ello… a menos que dejáramos de estar conectados. Y peor aún, todos sabemos de las consecuencias físicas y psicológicas que genera el estrés. La encrucijada sigue estando en encontrar la forma de evitarlo.