Toda una sacudida causó en redes sociales el anuncio por parte del fabricante de juguetes Hasbro sobre la nueva neutralidad de género de uno de sus juguetes estrellas: a partir de ahora tendremos que decirle Potato Head (Cabeza de Papa) al que antes llamábamos Mr. Potato Head o Mrs. Potato Head, una papa de plástico a la que se le agregan elementos para crear caras con diversas facciones.
Creado en 1952, tiene el honor de haber sido el primer juguete anunciado por televisión; la idea original era la de vender nada más las piezas de la cara para insertarlas en papas reales u otros vegetales. Por cuestiones de higiene y salud, la empresa optó por desarrollar una papa de plástico para integrar en la caja.
Éste es un juguete que parece omnipresente y que regresó a la fama luego de la película Toy Story (1995) de Pixar, al grado que hasta se agregó un globo con su forma en el desfile de día de gracias de Macy’s así como su propio, pero efímero, programa de televisión.
Muchos participantes de redes sociales se sintieron traicionados por el hecho que un juguete entrañable cayera en esa vorágine de la corrección política que ahora se ha transformado en un enorme monstruo que ha engullido muchas piezas populares que antes pensábamos inocuas.
Entre los juguetes el Señor… perdón, Cabeza de Papa (¿el? ¿la? ¿lo?), no es el único; la gran estrella de Mattel, Barbie, ha recibido una serie de cambios en un vano intento de abarcar todas las gamas posibles de feminidad.
En general, mientras que cualquier referencia de raza es desechada, los juguetes “violentos” comienzan a sufrir de una cancelación brutal. Ni siquiera las balas de esponja se salvan.
Para muchos es el final de una época dorada y culpan de todo a las “nuevas generaciones”, a los “correctitos”, desde destrozar a los “clásicos” hasta echar a perder la diversión. Una especie de lucha generacional que se libra en el campo de la cultura pop.
Y es que, además de los juguetes, son muchos los que han sufrido el hacha de la corrección política: en la literatura hay quienes quiere cancelar libros como “La cabaña del tío Tom”, por su claro corte racista, alterar los contenidos para ajustarse a la actualidad, como el libro de Agatha Christie “Ten Little Niggers” que tuvo que ser retitulado como “And Then There Were None”. Por cierto, nadie en el libro es de origen africano.
Por su parte Disney ha corregido e incluso sacado de sus plataformas películas como “La canción del sur” o “La dama y el vagabundo” ya que no cumplen con la corrección actual; películas y libros realizados en otra época en que la visión de la sociedad era otra muy distinta.
Aquí entra el cuestionamiento sobre lo que es correcto no: ¿hay que eliminar cualquier rastro de formas de pensar obsoletas? ¿Echar bajo el tapete o detrás de la puerta aquellas manifestaciones que no cuadran con los valores actuales?
¿Vamos a privar a las nuevas generaciones de ver películas como “Lo que el viento se llevó” o la versión original de “The Jazz Singer” sólo porque no se ajustan a los valores de actualidad?
¿Cuántas cosas más tendíamos que corregir?
A la memoria me viene, a bote pronto, una canción de Cri Cri, autor que me acompañó a lo largo de la infancia y que significó mi primer acercamiento con la música: “El negrito Sandía” sobre la que tendríamos que hacer una versión corregida y más acorde con nuestros tiempos:
Africano-mexicanito Sandía
ya no diga picardía
Africano-mexicanito Sandía
o te acuso con tu tía.
Y mientras ella te va a agarrar
en los cajones he de buscar
una libreta para apuntar
los garrotazos que te va a dar.
¡Al pobre negrit… (perdón), al pobre niño africano-mexicano le van a dar garrotazos!
No sólo hay discriminación racial en la rola, sino hasta abuso infantil, por lo que merecería la cancelación ipso facto.
Lo mismo podría aplicar para cientos de piezas musicales muy tradicionales: “Angelitos negros” (aunque no lo creas, “también se van al cielo, todos los negritos buenos”), “La Llorona” y un etcétera larguísimo.
Como se encuentran los ánimos, no es poca cosa el tema de corregir a los clásicos; estoy seguro que las futuras generaciones nos van a juzgar de forma muy dura por este asunto.
Regresando a los juguetes, lo peor de todo es que al niño o a la niña no le importa si la papa es hembra, macho o neutro, lo único que quiere es jugar. Cosa curiosa, es más posible que dicho infante encuentre más diversión con la humilde caja del juguete o la envoltura, que el sofisticado artefacto de plástico en su interior.
Así son los niños.
Para rematar me gustaría regresar a un dicho que siempre decía mi abuelita: “piensa mal y acertarás”.
El tema del Cabeza de Papa ha estado rodando a través de los pasillos virtuales de las redes sociales por varios días… ¿No será “plan con maña” de Hasbro?