Si hay profesiones realmente privilegiadas son las asociadas a la mercadotecnia y la comunicación. Sé de pocos que se quejen de ella (a pesar de vivir quejándonos todo el tiempo) y disfrutamos intensamente, aunque haya horarios locos, comidas a deshoras, madrugadas interminables y presiones infrahumanas. Pero la adrenalina que conlleva nos hace felices y no sabríamos vivir sin ella.
La creatividad que nuestra carrera implica y los amigos entrañables que encontramos a lo largo de nuestra trayectoria implican grandes satisfactores emocionales. No hay nada más satisfactorio que ver la aceptación y el éxito que tiene alguna actividad que hayamos desarrollado y la delicia de festejar con la banda con la que trabajaste interminables horas para concretar una idea (y que por eso te hermanas con ese equipo, porque te la rifas con todos con toda intensidad).
Y entonces, ¿cuál es el negrito del arroz? Pues sí: los clientes. No los clientes entrones y que se la rifan contigo con ideas atrevidas o revolucionarias o aventuradas o arriesgadas (ésos son joyas), sino esos clientes infames que nada les gusta, todo les jode, nada les satisface y todo reclaman son un verdadero dolor de muelas.
Destacan por no escuchar, por imponer sus ideas y conceptos, y por no respetar tu trabajo y/o tu vida. Y, sobre todo, los modos. Sí, los trinches modos y las exigencias sin sentido son los que te hacen terminar con colitis o, de perdis, con el hígado torcido, como los alambritos de pan.
En mis redes alguien hizo un sondeo de cómo lidiar con las personas tóxicas. El abanico de respuestas es fascinante. Los hay de educados hasta lo más intolerante. Checa:
Los políticamente correctos
Ah, pero qué gente tan linda. Hasta los envidio. Dicen que hay ser tolerantes y pacientes, que un cliente es un cliente al que hay que entender y escuchar. Tienen razón, sin duda. Ya sea que uno mismo ponga en práctica esa actitud, o delegarle a alguien el contacto con él, merecen respeto y admiración.
Los que le ponen precios
on iguales a los anteriores, los políticamente correctos, si y sólo si están dispuestos a pagar caro para que valga la pena soportarlos. Esto se complica un poco cuando apenas inicias una relación con el cliente, porque no tienes el antecedente en carne propia, pero esto nos lleva entonces a acostumbrarnos a siempre pedir referencias de los clientes entre sus proveedores actuales y, sobre todo, con los anteriores.
Los psicólogos
Estos me dejaron reflexionando un poco. Dicen que quien es tóxicos lo que necesita es ayuda, es decir, ser escuchados sin que uno se enganche o se enoje. Y una vez que se desahogan, negociar o platicar con ellos. No sé, Rick. A menos que seas un santo o un psicólogo real, se puede aplicar. Y aún así, hay psicólogos que renuncian a ciertos pacientes extremos, aclaro.
Los que apechugan
También podrían ser como los políticamente correctos. Aguantan todo pero ni le ponen precio y nomás hacen entripados, porque en su haber no existe la paciencia o la tolerancia, y en cada contacto hacen un corajazo inconmensurable, pero no se atreven a decir nada, ni a confrontar, ni a poner precio, ni a terminar la relación. No les cuesta dinero sino salud.
Los que meten el freno
Es decir, ponen límites tanto en el trato como en horarios. Ponen bloqueos en las redes y en medios de contacto fuera de horarios laborales y se aseguran de que cualquier forma inadecuada de comunicarse, en voz o por escrito, sea señalada y no permitida, tanto para ellos mismos como para sus colegas y empleados.
Los que ni en drogas
Creo que pertenezco a este perfil, que lo tuve que ir desarrollando a través del tiempo. Cuesta trabajo, pero es posible. Hay gente abusiva y/o tóxica que ya no tiene cabida en mi vida y amerita bajarle la cortina. Muchos de los que participaron en este sondeo refirieron de forma contundente que a este tipo de clientes no le dan servicio. No hay dinero ni negocio ni tamaño de cuenta que valga ser humillado…
Pero cada quien. No hay que olvidar que no todos los clientes son para todos los proveedores, sea el negocio que sea, el giro que sea o el servicio que sea. Todos tenemos clientes con los que nos sentimos a gusto, ya sea porque de ambas partes existe un comportamiento profesional, o porque hay gente abusiva que siempre encuentra proveedores a quienes les gusta sufrir.
Tú, en tu rol de cliente o en tu rol de proveedor, ¿a cuál te pareces? ¡Cuéntame! Aquí hay espacio para comentarios, o ven a que lo comentemos en tiempo real en Twitter
#CómoLaVes