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Cirilo y la marcha gay en Kiev

Hace muchos años llegó a las estepas rusas ‒entonces no se llamaban así porque era puro terreno baldío‒ un grupo de rubicundos hombres provenientes de la zona del mar Báltico. Se instalaron en un pequeño puesto de avanzada de comercio que, con el tiempo, se llamaría Kiev.

La importancia de esa ciudad es que se transformó el núcleo de la primera entidad nacional que asociamos con Rusia. A partir de Kiev crecería, se haría más fuerte y más tarde se fragmentaría en una serie de estados de los cuales muchos persisten hoy, ya sea como naciones independientes o miembros de la federación rusa.

Los rusos son muchos y de muy variado talante.

Fue dentro de esa “Rus” original que se dieron dos fenómenos culturales: uno fue el de la cristianización de dichos bárbaros, realizada por un individuo bastante emprendedor de nombre Cirilo. El otro, que también es mérito del evangelizador fue el de dar a la lengua eslava un alfabeto basado en el griego, que conocemos como “cirílico” y que parece estar conformado por puras consonantes churriguerescas.

Por ejemplo, las letras CCCP nosotros la representaríamos como SSSR, el acrónimo en lengua rusa para “Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas” (en español era URSS).

Una gran anécdota: el locutor deportivo Ángel Fernández, durante una inauguración deportiva comentó al aire, y sin recato alguno, que esas siglas significaban “Cu Currú Cucu Paloma”. Neta que ese señor era un genio para disfrazar su ignorancia de sentido del humor.

En fin, que para los rusos Kiev es una especie de “Roma” primigenia en las estepas y por ello el tema de la guerra en ese país ha adquirido tintes de cruzada espiritual para muchos rusos. Por supuesto, Vladimir Putin está aprovechando esto al máximo.

Checa a este individuo:

No, no es la personalidad secreta de Santa Clós, es el patriarca Kirill (así se dice Cirilo en ruso) de Moscú, la figura más prominente de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que tiene presencia no sólo en ese país sino también en Rumania, Georgia, Chipre así como en la propia Ucrania, además de cientos de comunidades rusas en otros países y continentes.

Por ejemplo, la película The Deer Hunter (1978) de Michael Cimino y protagonizada por Robert De Niro y Christopher Walken, en una de sus escenas de inicio podemos ver a los protagonistas asistiendo a una ceremonia rusa ortodoxa en pleno Pensilvania.

El caso es que este Cirilo ha sido uno de los más grandes aplaudidores de la guerra de Putin ya que, según sus propias palabras, ve al conflicto como una forma de llevar de regreso a la Gran Madre Rusia a los desbalagados ucranianos que se han dejado seducir por los pérfidos y malévolos occidentales.

Uno de los grandes méritos del Patriarca Cirilo es el pensar que existe un club demoníaco de países al cual, para pertenecer, es necesario demostrar que adoras al diablo permitiendo desfiles gay en tus calles. Un gay parade, es para Cirilo, una clara muestra que patas-de-cabra es quien gobierna un país.

Por supuesto que el religioso, siempre pendiente de su gay ¡digo! de su grey, está seguro de que, sin la intervención de Rusia, muy pronto Ucrania se prestaría a dichas manifestaciones diabólicas. Este santo señor ha de perder el sueño al imaginar a una bola de queers mancillando las sagradas calles de Kiev.

¿Qué haríamos en el mundo sin semejantes líderes?

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Por supuesto que lo primero que hizo la jerarquía religiosa ucraniana fue romper con el patriarca. Claro que la razón no es la demostrar que nadie les va a estar diciendo quien y como se desfila en las calles de su capital, si no por las razones obvias: la invasión es una ataque brutal, sistemático y planeado a la población civil.

Hay cosas más importantes que el color de las agujetas.

Y bueno, como es sabido, en las guerras siempre será importante devolver golpe por golpe, no dejar que el enemigo se salga con la suya. Precisamente al momento de escribir esto, Rusia anunció una serie de personas ‒todas del gobierno de Estados Unidos‒ a las cuales se les sancionará con el terrible castigo de no poder viajar a Rusia.

El tío Vlad está respondiendo, de forma muy rencorosa, todas las afrentas de occidente.

Ya no podrán comprar sus muñequitas embebidas, su vodka Stoli por hectolitro o sus latas de caviar del Mar Negro. Ya no podrán escuchar el melodioso ritmo de las balalaikas ni podrán gozar de las Noches Blancas de San Petersburgo.

El universo de experiencias y productos que ofrece la Gran Madre Rusia estará vedado hasta la victoria (o por siempre) para Joe Biden y sus secuaces.

Cuando le preguntaron a Jen Psaki, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, que pensaba sobre el hecho de haber sido incluida en tan ignominiosa lista, ella respondió de forma cándida: “Es mi super poder, es mi medalla de honor”.

Por su parte, Hilary Clinton, que también está incluida en la lista negra de los rusos, hizo su propio, y muy sarcástico comentario en Twitter:

Cosa curiosa, el expresidente Donald Trump, que también andaba cambiando de opinión de forma muy poco digna sobre el derecho de los rusos a pisotear países extranjeros, no fue puesto en dicha lista. A lo mejor el agente naranja tiene planeado visitar Ekaterimburgo en los próximos meses o, peor, existe por ahí material en video con el que lo tienen flojito y cooperando.

En fin, como dicen allende la frontera, este conflicto está sacando los “verdaderos colores” de varios líderes.

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