En un mundo digital donde la saturación publicitaria es la norma y la atención del usuario es cada vez más efímera, las marcas han comenzado a apostar por una estrategia que prioriza la conexión emocional, el sentido de pertenencia y la co-creación de valor: el Community-Based Marketing (CBM).
Este enfoque pone a las comunidades —no a los productos ni a los influencers— en el centro de la estrategia. Se trata de crear o integrarse a espacios donde los consumidores no son solo receptores pasivos de mensajes publicitarios, sino miembros activos de una tribu que comparte intereses, valores o estilos de vida. Marcas como Glossier, Lego o Gymshark han construido imperios no solo por sus productos, sino por las comunidades que los rodean.
¿Por qué ahora?
La caída de la efectividad de la publicidad tradicional, el auge de los microinfluencers y el creciente escepticismo hacia las marcas han forzado un cambio de paradigma: del “engagement” superficial al vínculo auténtico. El CBM propone menos anuncios, y más conversaciones.
Además, las plataformas como Discord, Reddit, Telegram y los grupos cerrados en redes sociales permiten espacios íntimos y directos donde las marcas pueden escuchar, aprender y construir junto a su audiencia.

¿Cómo se aplica?
- Escucha activa: entender qué necesita, siente y valora la comunidad.
- Participación real: no imponer discursos, sino ser un miembro más.
- Contenido co-creado: permitir que la comunidad tenga voz y voto en decisiones de producto, campañas o incluso branding.
- Valor compartido: ofrecer experiencias, conocimiento o herramientas que fortalezcan el tejido comunitario.
¿El reto?
El CBM no se puede fingir. Si una marca entra a una comunidad con fines meramente comerciales, la comunidad lo percibe de inmediato. Esta estrategia no es para vender rápido, sino para construir profundo.
En una era donde el usuario valora la autenticidad más que el precio, las marcas que logren ser parte genuina de una comunidad tienen una ventaja competitiva difícil de replicar.








