Hace poco más de una década, Old Spice era una marca atrapada en el tiempo. En los estantes de las tiendas, sus productos de cuidado personal parecían destinados a un público envejecido, sin conexión con las nuevas generaciones. Su imagen era la de un aftershave que usaban los abuelos, y aunque seguía generando ventas, estaba lejos de ser relevante en la conversación cultural o en el radar de los consumidores jóvenes. Hasta que el marketing hizo lo suyo.
En 2010, la marca —propiedad de Procter & Gamble— tomó una decisión audaz: reinventarse por completo a través de una campaña de marketing que nadie vio venir. El resultado fue el icónico comercial “The Man Your Man Could Smell Like”, protagonizado por Isaiah Mustafa. El anuncio no solo rompió con todos los clichés publicitarios del momento, sino que también fue un punto de inflexión en cómo se concebía la masculinidad en la industria del grooming.
¿Qué hizo tan efectivo al nuevo enfoque?
Primero, el marketing entendió que la audiencia ya no era solo el hombre que usaba el desodorante, sino también quienes compraban para él: muchas veces, mujeres. Segundo, la marca dejó de hablar de atributos del producto (como la duración o el aroma) y empezó a construir un personaje aspiracional, carismático y totalmente absurdo… pero memorable.
El tono humorístico, autorreferencial y casi teatral conectó con una generación saturada de anuncios serios y predecibles. El spot se volvió viral antes de que lo viral fuera moneda corriente. Y más importante aún: las ventas aumentaron un 125% en solo unos meses.
Una lección de marketing que va más allá del comercial
Lo que hizo Old Spice no fue solo cambiar su imagen o contratar un nuevo vocero. Lo que hizo fue rediseñar la percepción entera de la marca. Cambió el producto, el tono de voz, la identidad visual, los canales de comunicación y hasta su posicionamiento. El marketing dejó de ser un departamento aislado y se convirtió en el corazón estratégico de la empresa.
Old Spice pasó de ser una marca olvidada a convertirse en una lovemark, una referencia cultural, y un caso de estudio en escuelas de negocio. Todo gracias a una campaña construida desde la empatía, la irreverencia y, sobre todo, la visión.
¿Qué nos enseña este caso?
Que el marketing, cuando se hace con inteligencia y sensibilidad cultural, no es solo una herramienta para vender más. Es una herramienta para transformar una empresa desde su esencia, redefinir su propósito y conectarla con nuevas generaciones.
Old Spice no solo se salvó. Evolucionó. Y nos recordó que, a veces, para avanzar, hay que atreverse a oler distinto.








