Si yo tuviera que hacer un manual en contra de la charlatanería, y créanme que hay días que me siento muy motivado a hacerlo, tendría un capítulo dedicado de manera completa para aquellos que dicen de manera indistinta “física cuántica” o “mecánica cuántica” y pretenden aplicarla a la vida diaria.
Cuántica, cuántos disparates se han dicho en tu nombre
Primera recomendación del capítulo: Si alguien dice “física cuántica” en ese momento agreguen a esa persona de su lista de charlatanes. El término no existe en la ciencia y es una manera muy clara de detectar que la persona que está hablando o escribiendo no tiene la más remota idea.
Después están los que se atrevieron a dar el siguiente paso, que hablan sobre la “mecánica cuántica” y tratan de aplicarla al mundo macro ―es decir, al mundo donde tu y yo vivimos― como si fuera un poder mágico de Harry Potter o Star Wars, en ese momento sabemos que esa persona no tiene ni la más pajolera idea de lo que está hablando.
La verdad es que no cualquiera pude entender a fondo los entresijos de una de las ideas más espectaculares de la física (y a la vez, más controvertida); la mayoría de nosotros los mortales apenas podemos enterarnos de cómo funciona de una manera muy superficial y créanme, jamás experimentaremos en nuestra vida, de manera directa, su funcionamiento.
Es por ello que cualquiera que venga a decirnos que la cuántica nos puede ayudar a arreglar y mejorar nuestro mundo, está mintiendo de manera descarada o es una persona de una ingenuidad de la talla de los que aún creen en Santaclós, las hadas o la bondad de los políticos.
Me cae que este año si tiembla
El colmo de la ridiculez ocurrió esta semana, luego de que una macabra coincidencia hiciera que sintiéramos un terremoto pocos minutos después del simulacro de una manera coincidente con lo que ocurrió el 19 de septiembre de 2017.
Un fenómeno cuya única explicación es una vulgar casualidad. Una aberración estadística, una anomalía que podría no repetirse hasta dentro de un millón de años pero que nosotros, los pobres humanitos que buscamos darle una respuesta lógica a todo lo que nos ocurre, queremos ver como un acontecimiento que de alguna forma tiene un origen superior.
Y es aquí donde entraron los “cuánticos” para asegurar que por el simple hecho de realizar un simulacro los mexicanos habíamos provocado, sin querer, un temblor. Vaya disparate.
Ya desde finales de agosto las redes sociales, con su clásica displicencia, comenzaban a llevar el tema de “el mes de los temblores”, en el que hay que tener bolillos a la mano y dormir con piyama decente ante la posibilidad de tener que abandonar la vivienda de manera abrupta a la hora en que suene la alarma.
Conforme se fue acercando la fecha cada vez fueron más los comentarios de “me late que ya viene el temblor”, “siento que en cualquier momento comienza a sonar la alarma”, entre otras; una especie de autosugestión colectiva. De hecho, confieso haberme burlado de algunos que ponían este tipo de mensajes.
Llegó el fenómeno y de inmediato todas aquellas Casandras comenzaron a alegar que ya lo habían previsto y que hasta nos habían advertido de la inminencia del movimiento telúrico. Por supuesto, prefirieron olvidar que lo mismo habían advertido en 2018, 2019, 2020 y 2021 cuando no pasó nada.
(¡El año que entra van a estar insoportables!)
De la misma manera, parecen no enterarse de que la coincidencia anterior ocurrió hace cinco años y, la previa, ¡hace 37 años!
Pero ahí les va algo más curioso. Según la Wikipedia durante el siglo XX se registraron 64 sismos superiores a los 6 grados. Pues resulta que cuatro veces durante ese período se han repetido las fechas de este fenómeno: 14 de enero de 1903 y 1931; 7 de junio de 1911 y de 1982 así como el 22 de junio de 1932 y de 1979.
La más curiosa de todas: el 24 de octubre de 1980 ocurrió un temblor que se repitió exactamente al año siguiente, el 24 de octubre de 1981.
Cuatro coincidencias de fecha y, ninguna de ellas, el 19 de septiembre.
La ira de Pachacamac
Pero resulta que existen coincidencias a eso del “mes de los temblores”. Investigando un poco para escribir esto que estás leyendo (así me sacrifico por ustedes, mis escasos pero fieles e inteligentes lectores), me encuentro que en Perú existe una leyenda similar; para el país sudamericano resulta que es octubre el mes de los temblores ya que el día tres de ese mes, en 1974, se dio un muy fuerte terremoto en Lima y, desde entonces, algunos movimientos sísmicos han coincidido.
Quizá haya algunos peruanos delirantes exigiendo que no se realicen simulacros para no hacer enojar al dios Pachacamac.
No hay nada nuevo bajo la luz de Inti.
La verdad es que no tengo ni el espacio ni las ganas de meterle estadística al asunto, pero lo que si tengo es la seguridad de que un sismo, tanto en México como en Perú y el resto del mundo, obedecen un patrón bastante disperso que, de ninguna manera, puede ser influido por mentes cuánticas haciendo llamados energéticos.
Así que, si alguien les sale con el cuento de que los sismos son producto de “energías canalizadas” mándelo mucho a saludar a su cuántica madrecita. Si eso existiera, pues México sería campeón del mundo, ningún político sobreviviría a su cargo y ya nos hubiéramos sacado el “melate” todos.
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