Médicos soberbios…
Luego del despropósito del presidente de esta aguacatera nación, sobre la importación de 500 doctores cubanos debido a que en México “tenemos pocos y, los que hay, no quieren trabajar”, como buen tema político se ha transformado en una escabechina en redes sociales y ‒para variar y no perder la costumbre‒ todo mundo tiene una opinión.
Lo muy curioso de este caso en particular es la relación de amor y odio que se detecta. La gran mayoría de los mexicanos tiene con los médicos una serie de traumas y resentimientos que por momentos llegan a ser escalofriantes.
Dentro de toda esta controversia, la gran coincidencia es que en nuestro país existen los suficientes doctores para dar y regalar, cosa que es muy cierta (reportan unos 50 mil desempleados o subempleados), por lo que el tema no es la cantidad si no la cuestión de cómo quieren ejercer y es aquí donde comienzan las críticas.
De acuerdo con la versión oficial, y un nutrido grupo de tuiteros afines al gobierno, lo que ocurre es que son fifís y prefieren las comodidades de la gran ciudad en vez de hacer el sacrificio y subir a las comunidades de la sierra, tan abandonadas de la mano de dios.
Algunos de estos, que de plano están muy ausentes de la cruel realidad, hasta se atreven a decir que esos doctores “prefieren la comodidad de trabajar para el Doctor Simi” en vez de seguir su vocación.
¡Caracho! Trabajar para la cadena de farmacias es el equivalente médico a ser astronauta y trabajar en la Agencia Espacial Latinoamericana.
Tal vez, dentro de su miopía tercermundista han de pensar que esas clínicas, abiertas con el exclusivo y mercantilista objetivo de brindar a los clientes las recetas que requieran para saturarse de antibióticos, son la panacea laboral de cualquier egresado de la facultad de medicina.
Alguna vez me tocó en uno de estos consultorios un médico que tenía sobre el escritorio un cartelito con un texto que explicaba que la empresa no le pagaba nada y que estaban ahí por las puras “propinas”.
(De este tema pienso escribir más abajo)
Por supuesto que también una gran cantidad de gente se esfuerza en justificar a los médicos. Los puestos en esas clínicas perdidas en la enorme miseria rural de nuestro pobre país muchas veces se ubican en territorio narco, por lo cual, la seguridad de salir siquiera con vida no está garantizada por nadie. De la misma manera, esas plazas están tan mal pagadas que sí, hacen ver al Doctor Simi como un auténtico benefactor de gremio.
Sin embargo, lo que realmente me asustó es la gran cantidad de personas que ostentan un rencor africano contra los doctores debido al gran atrevimiento que tienen por… ¡cobrar!
Es increíble, dicen algunos, que sean tan prepotentes y soberbios, que hasta exigen dinero para dignarse en otorgar una consulta. Estos han de creer que los integrantes de la profesión médica están obligados a ser apóstoles de túnica y huarache, como si fueran integrantes de una orden mendicante. Por supuesto también que saltan muy rápido los defensores que responden con un argumento que es casi perfecto: “¿No te gusta? ¡vete al Seguro!”, escriben en un plan abiertamente agresivo.
Y es que eso es una verdadera pena la forma tan bipolar en que la mayoría de la gente retrata a este gremio: el doctor que no es un burócrata desalmado e inhumano del sector oficial, es un cerdo capitalista que sólo está para lucrar con el dolor humano… y, claro, también está el Doctor Simi.
Me recuerda aquello del cuetero.
Haciéndose pen… como meseros
Hablando de gremios incomprendidos me encuentro en los pasillos cibernéticos de Reddit a alguien que pregunta si es correcto que los meseros reciban propina.
Hay que decirlo, este es un tema recurrente y que, por increíble que parezca, genera aún más controversia que el de los doctores cubanos. De la misma manera, las opiniones están ridículamente divididas y radicalizadas.
La gran mayoría afirma que el hecho de tener que dejar propina en un restaurante, es una forma de explotación humana y que con ello hacemos que los dueños de los restaurantes esquiven su obligación de pagar salarios dignos a sus trabajadores.
“Es la forma en que los dueños confrontan a servidores y servidos mientras ellos se quedan con toda la ganancia”.
Hay otra parte de los opinólogos (la que más miserable me parece) que está a favor de dejar propina, pero “sin exageración”. No es posible, afirman, que si la cuenta es de 10 mil pesos el mesero espere recibir el 15 por ciento. La lógica que aplican es la de “trabajan lo mismo”.
Sinceramente, mientras llega la revolución que le haga justicia a los meseros, estos están supeditados a las propinas que dejan los comensales y, no hacerlo por convenientes principios ideológicos, se me hace la peor de todas las miserias.
“Hay que exigir y reclamar a los dueños de los restaurantes”, afirman. ¡Por supuesto! Eso es precisamente lo que quiero hacer cuando salgo a comer con la familia o los amigos: pelearme con el administrador de un restaurante.
Si van a un local y reciben un buen trato y servicio, lo menos que pueden hacer es dejar una buena propina, proporcional a la cuenta. Si tienen para quemar diez mil pesos en una comida, pues creo que también tienen para dejar unos 1,500 de propina.
La gente que argumenta que “no se lo merecen” ha de ser la misma que en el supermercado no le da propina al viejito que empaca porque “son pocas cosas”.
¡No hay que ser miserables!