Así decía mi abuela “donde hay confianza da asco” lo cual podías (y puedes) comprobar cuando alguien de mucha confianza te visita y hace lo que se le da la gana sin respetar tus reglas porque se siente en casa y aplica las reglas de la suya.
Y viene a colación porque en eso nos hemos convertido en las redes sociales, principalmente en Twitter: somos infumables y hemos roto todas las reglas de urbanidad y respeto, sólo por convivir.
Los inicios
Me acuerdo cómo todos abrimos nuestra cuenta de Twitter por mera curiosidad y con cautela, porque el único referente que teníamos era Facebook (algunos Hi5 o MySpace), donde el contenido era familiar (como los restaurantes), por ponerle un adjetivo.
Nos preocupábamos por ser creativos, por decir cosas inteligentes, por compartir datos duros y, sobre todo, por conocer gente.
Fue cuando descubrimos (y los estudios lo demostraron) que los tuiteros no eran tan fans de las redes anteriores y que disfrutaban del reto de la concreción en 140 caracteres y la interacción intelectual con los demás tuiteros.
Las empresas dudaban de abrir su cuenta, porque pensaban que si no estaban en la red nadie hablaría de ellos.
Surgieron los influencers buenaondita cuyo volumen de seguidores se basaba en su ingenio y su capacidad de encontrar temas que resultaban interesantes y atractivos para diferentes segmentos.
Pero…
Fue lindo mientras duró. Si bien muchos vinieron a Twitter y les aburrió porque no le entendieron o simplemente no les gustó, el gusto por ser divertido nos duró relativamente poco.
Mientras Facebook se mantuvo sin cambios drásticos mucho más tiempo, de repente empezaron a llegar los políticos y la propaganda empezó a correr en las redes sociales, Twitter se vio más afectado por su inmediatez y porque los RTs se daban con mucha más intensidad en Twitter. Los feisbukeros, por alguna razón, supieron y pudieron mantenerse un poco al margen de la grilla, aunque el bombardeo publicitario ahora resulte abrumador… y las tías de los piolines siguen al ataque constante.
¿Evolución???
En Twitter debemos también considerar que aparecieron los mentados hilos y que se aumentó el número de caracteres al doble. Su unicidad se empezó a desvirtuar, aunque al inicio parecía una evolución favorable.
Vinieron los políticos y sentimos que nos venían a invadir. Los tuiteros empezaron por escucharlos hasta que alguien les aventó alguna piedrita y las cosas subieron de tono, porque se vio que no había represalias gracias al anonimato que nos da estar detrás de la pantalla.
De repente todos se volvieron analistas políticos, más allá de los medios que llegaron a la plataforma para quedarse. Políticos y comunicadores interactuando entre sí, mientras los tuiteros sin darse cuenta se vieron opinando de uno y de otro lado.
Los lenguajes empezaron a perder respeto y surgieron las descalificaciones y los embates, sobre todo porque la política empezó a subir de tono. Ya no sólo se hablaba de propuestas y promesas, sino de aspectos de administración pública en todos los ámbitos: salud, finanzas, urbanismo, transporte, combustibles… you name it!
La llegada de personajes absurdos como Trump contribuyó a que los contenidos bajaran de calidad y de reto intelectual, para convertirse en una plataforma cuyo único propósito parecía ser el desprestigio de los demás.
Los usuarios, siguiendo la inercia, se subieron ese tren que ahora resulta imparable (e insoportable). La timidez inicial se perdió y la confianza exacerbada se impuso para dar rienda suelta a aguerridos comentarios y batallas sinsentido.
Si bien el círculo de tuiteros se amplió a diversos universos, el que se tenía inicialmente fue poco a poco desvaneciéndose. El reto intelectual se convirtió en un reto emocional y competitivo en el que gana el más sarcástico o el más gandalla.
Hoy
Los albures y las corrientadas están a la orden del día. Hay pornografía, linchamientos y hasta amenazas. Diario hay que bloquear o silenciar gente desconocida que de la nada viene a insultar, mientras que al inicio venía para hacer el juego más divertido.
Los foros de discusión escritos y de audio son una pasarela en un absurdo y ridículo escaparate de egos de los que se sacan uno que otro aprendizaje a costa del tiempo de los participantes, y eso si tienen el tiempo y las ganas de estar ahí.
¿Lo peor?
La llegada de elon musk (así, con minúsculas) vino a darle en la torre a muchas de las características beneficiosas de la red.
EM es como un escuincle caprichoso que hace de sus juguetitos lo que se le da la gana (como el vecino atroz de Toy Story I) sin importarle las consecuencias, convirtiendo a Twitter en un espacio confuso y aburrido, perdiendo su principal atributo útil: la inmediatez. Ahora para encontrar algo tienes que buscar en diferentes listados y aun así no te aparecen tus principales fuentes.
Y ya ni hablemos de la subida de tono de la comunicación. Los usuarios han abusado de la familiaridad cotidiana, sin recato alguno.
De haber sido mi red favorita, ahora en mi caso ha perdido su encanto.
Lo rescatable
Lo bueno es que también surgieron cuentas culturales y de entretenimiento de total veracidad. Ahora en TW no sólo te enteras de inmediato de la noticias, que sigue siendo una forma atrayente de lo que está sucediendo en tu ciudad, en tu país y en el mundo (aunque haya que buscarle), sino que por lo menos esas fuentes de contenido útil te dan opciones y conocimiento para tu estilo de vida.
¿Tú, qué opinas? ¿cómo está siendo tu experiencia actual en esta red? Ven y cuéntame. Platiquemos (casi) en vivo, en mi cuenta de Twitter
#ConTwitterNo