Hasta unos minutos antes de que explotara el fenómeno “los quince años de Rubí” (#hazmelresagradofavor), el revuelo en las redes sociales era la pérdida de una perrita en un traslado aéreo de México a Houston.
La historia de Mika nos movió y conmovió a todos. El descuido reportado por Interjet y su falta de respuesta correcta, inmediata y sensible fue pagado con creces en las redes sociales.
Todos muy indignados y preocupados tuiteaban y retuiteaban cuanto post era publicado. La dueña de Mika acudió a las redes sociales, muy específicamente a Twitter. La comunidad respondió con creces, al grado de que la noticia brincó de online a offline. Fue una clara muestra -una vez más- de que la línea entre ATL y BTL era efímera y volátil. Y pensar que muchos se convirtieron en gurús pasajeros por “dominar” el tema y que muchos otros siguen atorados en ella.
La presión estuvo tremenda. El equipo de redes sociales de Interjet instrumentó una fuerte labor de contingencia. Mientras el personal de tierra se instalaba en la búsqueda frenética de Mika (parece título de película ochentera).
La historia tuvo final feliz. Todos lloramos y aplaudimos… y entonces empezaron “los otros reclamos” a las instituciones y a los usuarios de las redes sociales.
Ya sabes, los detractores de todo y aportadores de nada -generalmente izquierdosos amarillistas azotados, autoproclamados activistas- salieron con que “nuestra sociedad es una podredumbre, pifia de ser humano, que llora más por una perrita perdida por una chava que se fue de shopping a Houston que por los miles de muertos y desaparecidos en el país”.
En el fondo tienen razón. Pero la explicación es muy simple.
No es tanto que nos hayamos insensibilizado por la interminable e inconmensurable crisis de violencia en la que hemos caído como país, que lloramos a diario, en simulado silencio y en fingido estado de resignación, y de la que aparentemente no vamos a salir en décadas sin antes ponerse peor.
El punto clave, en este caso, es que el señalado culpable (por lo menos responsable) tenía nombre y apellido. Y una cuenta de Twitter a dónde irle a gritar.
En el caso de la violencia cotidiana de México, nunca hay (ni habrá) responsables. Todos se lavan las manos, todos se echan la pelota. “Fue el mandato anterior” o “es un caso estatal y no federal”. Y ese tipo de estúpidas respuestas que nos dan y con las que no nos conformamos pero con las que no sabemos qué hacer.
Parece ser que Interjet -sin justificarlos en absoluto- pagó algunos de los platos rotos de una sociedad harta e inconforme, por dar la cara con una razón social del dominio público. Pero después de Mika #TodoSigueIgual (snif).