Muchos mexicanos hemos caído en el malinchismo, aunque sea por cinco minutos de nuestra existencia. No sólo hemos añorado un pedacito de pertenencia en el gabacho, sino que consumimos, hablamos y adoptamos hábitos, y en una de ésas hasta despreciamos lo nuestro.
En particular en el ámbito de la mercadotecnia (el marketing) y la publicidad nos encanta pochear a diestra y siniestra aunque algunos no puedan ni pronunciar target (por favor, no se dice con YE).
El origen de esto es muy natural y prácticamente obvio. Aquellos que le hayan echado un vistazo a la serie Mad Men podrán entender que la publicidad estadounidense era la que dictaba la forma de comunicar las bondades de un producto y que la gente corriera a comprarlo después de ver un anuncio.
Un día alguien me dijo que fui afortunada de trabajar en agencia cuando la publicidad era clásica, de a deberás. Y sí, nuestros jefes eran los equivalentes a los Don Draper y Pete Campbell. Les aprendimos y los admiramos. Era la neta.
Tristemente, la publicidad en el gabacho no evolucionó
Hace unas semanas me puse a observar y analizar detenidamente los anuncios de la tele gabacha y para mi sorpresa el formato es el mismo, el discurso es el mismo, la estructura es la misma, la ambientación es la misma… nada se salva.
Después de una semana de ver infinidad de spots, solamente rescato UNO que realmente sentí que era de 2015. Me hubiera encantaría que estuviera en YouTube para compartirlo… pero no. Así es que te lo cuento.
Está DaVinci con la MonaLisa y resulta que su sonrisa se debe al espléndido sabor de la pizza que comparten. El locutor habla de la verdadera historia de la sonrisa. Y el comercial está hecho específicamente para The History Channel.
Me pareció excelso y atinado.
En esta era de la hipersegmentación y de la comunicación personalizada ¿por qué no hacer publicidad inteligente como ésta, en lugar de seguir haciendo mensajes masivos que ya no aluden a nadie? Parfavar.