La pandemia nos despertó del letargo. Vino a sacudirnos y nos mostró que algo, o mucho, no estamos haciendo bien. Que es preciso replantear las prioridades desde la individualidad, pasando por las organizaciones, las naciones para llegar al nivel planetario.
El gran peligro es que después del proceso de adaptación que hemos experimentado por más de un año en pandemia, regresemos a hacer lo mismo y de la misma manera que antes, sólo que ahora con cubrebocas y gel en mano.
Entonces habremos perdido una oportunidad maravillosa de poder hacerlo distinto y, en una de esas, mejor, menos dañino, más respetuoso.
Lo más grave es que de ocurrir así, ahora lo haremos con el conocimiento no sólo de causa sino de consecuencia, pero como se nos da eso del olvido, optaremos por hacer de cuenta que no lo sabemos.
Una buena noticia es que muchas empresas y organizaciones ya han caído en cuenta que en esta decisión va la supervivencia, sí de la humanidad y el planeta, pero también de sus negocios y han realizado compromisos reales para disminuir sus impactos negativos en el medio ambiente a consecuencia del trabajo en sus plantas productivas.
Cada vez son más las noticias, aunque no suficientes, que recibimos en torno a marcas involucradas con la sustentabilidad, con los procesos de economía circular que buscan reaprovechar y reinsertar materiales en el mercado para darles vida por todas las veces que resistan, en contra de una tendencia dl usar y desechar, que hoy tiene al planeta en jaque.
Los esfuerzos de las marcas y sus empresas ahora ya no sólo tienen que ver con el reciclaje de botellas PET. Los esfuerzos, por ejemplo, ahora llegan a la implementación de protocolos estrictos en el manejo, ahorro y tratamiento de agua en las embotelladoras, uno de los sectores que más consume agua.
Otra industria, de la que también se tienen buenas noticias, aunque reiteramos que aún no son suficientes, es la de la moda. Hace poco asistíamos al lanzamiento de una colección de H&M, producida con fibras de materiales reciclados y pulpa de cañamo. Esta industria también es una de las de mayor consumo de agua, debido a los tratamientos que se hacen de los textiles antes de su confección.
En esa misma tendencia, en febrero la Fundación Ellen MacArthur, empeñada en apoyar e impulsar la transición hacia la economía circular, anunció la Coalición de Economía Circular para América Latina y el Caribe, que es coordinada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Esa coalición regional también es apoyada por la propia Fundación Ellen MacArthur, el Centro y Red de Tecnología Climática (CTCN), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Fundación Konrad Adenauer (KAS), la Plataforma para Acelerar la Economía Circular (PACE), la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) y el Foro Económico Mundial (FEM).
Además, es encabezada por un comité directivo de cuatro representantes de gobierno, cuya gestión inicia con Colombia, Costa Rica, Perú y República Dominicana para el período 2021-2022.
Para darle dimensión a esta iniciativa, conviene apuntar que la Fundación Ellen MacArthur ha tenido el logro de sentar a marcas multinacionales como Burberry, Barclays Bank, Amcor, Danone, Renault, H&M, Inditex, L’Oréal, Nestlé, PepsiCo, Coca-Cola, Unilever y Veolia, entre otras, para firmar una declaración con objetivos precisos hacia el 2025.
El compromiso de esas marcas es “acelerar la transición a una economía circular creando soluciones para plásticos, moda, alimentos, finanzas, y, además, combinando oportunidades económicas con beneficios para la sociedad en general y para el medio ambiente”.
Sabemos que las declaraciones no bastan, pero como ya dijimos, hemos tenido noticias de hechos que sustentan poco a poco el compromiso.
Recientemente PepsiCo anuncio su alianza con National Geographic para lanzar la serie Planet Love, el 22 de abril, fecha en que se conmemora el Día de la Tierra. La serie muestra los esfuerzos por el manejo responsable de los plásticos.
Justo este tipo de alianzas entre las marcas, más las acciones puntuales en sus procesos productivos, pueden expandir la consciencia de que es preciso hacer las cosas de manera distinta, más responsable, menos dañina.
Las organizaciones empresariales han comenzado a hacer esfuerzos, y sí faltan por sumarse muchas más, pero los consumidores, las personas de a pie, tenemos el poder de dictarles el camino con nuestra decisión de compra y nuestras preferencias.
Hay que recordar que en este ‘barco’ todos somos responsables, y como consumidores también nos toca hacerlo distinto, y no dejar que las millones de perdidas humanas y económicas a causa de la pandemia, sean vanas.
Nos toca aprender y hacer. Nos toca no perder la oportunidad que, la sacudida de la pandemia, vino a darnos a cada uno. Nos toca replantear prioridades y actuar, y no dejarnos llevar nuevamente por las rutinas de los días y sus prisas que, sin notarlo, nos condenan al marasmo.