Una de las clasificaciones del marketing más frecuentes es el llamado “marketing de experiencia“. Considerada una rama 100% vivencial, el marketing “experiencial” es aquél en el que por lo general tienen cabida diferentes actividades desde activaciones, eventos, happenings, hasta degustaciones y experiencias sensoriales. El común denominador es la vivencia a través de las emociones y los sentidos.
Conforme a la definición de Scott Christ “el marketing experiencial trata de establecer conexiones entre las marcas y los consumidores”. Es por ello, que este tipo de marketing “compromete los sentidos de los consumidores y les permite interactuar físicamente con su marca”. De manera que lo que cuenta en estos casos, es la interacción física, el uso de los sentidos.
Hasta hace relativamente poco tiempo, la línea divisoria estaba muy clara de otros tipos o clasificaciones de marketing. Cada área tenía sus medios y sus fines particulares sin mezclarse necesariamente del todo. Sin embargo, con el desarrollo increíblemente veloz de las tecnologías, esta línea divisoria cada vez es más delgada y a veces imperceptible.
Y no sólo eso; las exigencias y competitividad del mercado también nos han orillado a una atención mucho mayor a la diferenciación. A tratar de seducir a los consumidores por cualquier medio posible, a captar su atención; en el mejor de los casos, ganar su lealtad.
El beneficio tangible, la experiencia memorable, la personalización y atención al detalle, cada vez más son objetivos comunes de todos los tipos de marketing de experiencia.
Las divisiones se van borrando paulatinamente. La comunicación digital personalizada; la facilidad para escoger los productos conforme a nuestros gustos y preferencias personales; la accesibilidad de la información al momento; la portabilidad y geolocalización y otros factores más han contribuido poderosamente a que una “experiencia” de marketing cualquiera pueda ser personalizada, detallada, “hecha a la medida” y compartida al momento.
Como usuarios, todos hablamos de la “experiencia” digital, de las “vivencias” virtuales, de la realidad “aumentada”, de la “comunidad” sin necesidad de estar acompañado. En pocas palabras, que lo tangible y virtual se están aproximando tanto que ya casi no se nota la diferencia. Lo virtual se ha vuelto vivencial y nuestras experiencias tienden a ser cada vez más “digitales”.
Esto nos obliga a pensar, ahora sí, en “360”. Todo se puede compartir, fotografiar, viralizar, comentar, relacionar, etiquetar, personalizar pero al mismo tiempo criticar. Todas las acciones son blanco más fácil del análisis y la crítica; por lo que también estamos comprometidos a cuidar con mayor atención cada detalle de nuestras estrategias y acciones de marketing de experiencia.
Las experiencias digitales están de lleno en nuestras vidas, y se hallan vinculadas a todo lo que nos rodea. Por ello, cuando pensemos en una experiencia de marketing, tengamos en cuenta que nos guste o no, el público hará de ella material digital de una u otra forma, vinculando de manera ya natural lo real; lo vivencial con lo virtual. Poco a poco estamos borrando esa delgada línea de separación.