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El millonario negocio del agua

Ya que ayer se celebró en el mundo el Día Internacional del Agua, te cuento una breve historia.

Mi mudanza a Puebla trajo una de las experiencias más terroríficas de mi existencia: el agua “dura”.

Por lo regular, a lo largo de mi vida he tratado de evitar la compra de agua embotellada y de garrafones, por mis propias manías, más que nada, pero también por lo que he visto a través del tiempo. Además de la interminable tiradera de botellitas, ¿te has puesto a pensar de dónde viene el agua de los garrafones? (yo he visto con estos mis propios ojitos cómo los rellenaban con manguera en un terreno baldío, sin importar marca).

Cuando yo era chica, el agua de la llave era lo que acostumbrábamos beber en el DéEfe, como se llamaba antes la CDMX. Salías a jugar y la manguera era lo más a la mano y divertido para mitigar la sed. Qué ibas a correr a la cocina si habías pedido unos segundos de chance de dejar tercera base. Y sólo cuando venía de visita a Puebla era que veía la cargadera de garrafones en todas las casas, sin entender bien por qué.

Y de repente, todos los mexicanos decidimos contaminar nuestro país con una de las invasiones más abrumadoras de basura que jamás haya existido, convirtiéndonos en el consumidor número uno del planeta de botellas de agua.

Hace muchísimos meses antes del encierro iba rumbo a la escuela y escuché en el radio decir que el ser humano ha producido la misma cantidad de basura desde su aparición en la tierra hasta 1960, que de 1960 hasta nuestros días, y casi choco de escuchar tan espeluznante información. Eso incluye unicel, pañales y toallas desechables, equipos de cómputo, alimentos con fechas irreales de caducidad, refrigeradores, estufas, lavadoras, infinidad de aparatejos con obsolescencia programada… y, por supuesto, un número infinitamente incalculable de botellas de agua al día.

Independientemente de que -la neta, la neta- sí padezco el agua de Puebla y no sé cómo hacerle para limpiar el sarro de mi casa ni de mi pelo, hay cosas que estoy segura que se podrían hacer y con ello dejar de ser el país número uno, ya deja tú del consumo de botellas de agua (que enriquece a los mismos sospechosos de siempre), sino el peor contaminador del planeta en cuestión del desecho de botellas.

Dos cosas se me ocurren:

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1. De veras aplicarnos y rellenar nuestras propias botellas o contenedores individuales de agua. Si de plano el garrafón es casi inevitable, como en estas tierras, llevar nuestra dotación cada vez que salgamos.

2. La compradera de botellas es un gran negocio para algunas empresas -que ganan 5 mil por ciento lo que invierten-, a la vez de que el sistema de desecho es complejo y altamente costoso. Muy. 

Yo me pregunto, ¿qué pasaría si eso que se gasta en procesar 8 mil millones de botellitas al año, una vez que nos deshacemos de ellas, mejor se invirtiera en tecnologías de potabilización para suministrar agua de la llave que fuera bebible?

Actualmente, se estima que sólo el 20% de las botellas que tiramos se reciclan. Sé que es utópico, pero en mi mundo ideal eso es lo que debería de estar sucediendo… aunado a que en ocasiones sí extraño mi pelito sedoso al que estaba acostumbrada.

Por cierto: después de diez años de mi estancia en Puebla, el agua es de lo poco que me puedo quejar. Es una ciudad excepcional y soy muy feliz en ella.

¿A ti qué se te ocurre que podríamos hacer para evitar tanto tiradero de botellas y, a la vez, beber agua consumible?

#EsPregunta

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