Independientemente del caos que la pandemia trajo al mundo, de alguna manera hemos podido sacar ventaja de ciertos aspectos que a la mayoría de nosotros nos resultaron inesperados.
Todos hemos estado pasando por un proceso de depuración. Hemos descartado viejos hábitos, hemos modificado comportamientos, hemos eliminado enemil cosas del clóset que no usábamos, la despensa se empezó a vaciar de latas que teníamos hasta el fondo, y hasta a personas que manteníamos en nuestra vida por diversas razones decidimos alejarlas.
Algo que también hemos hecho es invertir nuestros recursos de una mejor forma y mucho más consciente. Nuestra energía la enfocamos a aspectos más útiles, nuestro tiempo lo destinamos a lo que nos va a dar valor con nuestra familia o con nosotros mismos, y el dinero lo hemos dosificado para optimizarlo, porque no sabemos si lo que viene en la agenda del virus nos lo va a limitar.
Al inicio de la pandemia, fuimos muy cautos con nuestros gastos. Empezamos a reducir algunas cosas superfluas, y los gustitos que nos damos son más esporádicos, aunque más satisfactorios. Ahora son una enorme recompensa.
También hicimos cambios en las cuentas que pagamos. Mientras nuestro plan de internet creció simplemente porque la necesidad se incrementó, las otras cuentas se redujeron: el celular, la tele de paga, la frecuencia del jardinero o la chica que viene a casa fue menor… y hasta la cantidad de ropa para lavar es menor.
Las empresas empezaron a sufrir esta reducción y la economía de la mayoría de los países se alentó, con algunos sectores prácticamente paralizados.
Los bancos se volvieron una plaga. Si ya de por sí venían atosigándonos a cada rato, ahora están desesperados. No sólo te llaman para proponerte promociones, sino que ahora prácticamente te regalan cualquier tipo de cuenta, de tarjeta y de crédito. Mientras esto antes resultaba tentador, ahora nos provoca altos niveles de rechazo. Lo que menos queremos hoy es endeudarnos.
Como consumidores estamos buscando lo que nos convenga, lo que nos represente una oportunidad o lo que nos signifique un valor agregado.
El problema que las marcas enfrentan se divide en dos: (a) están desesperados y han cortado gastos un poco arbitrariamente, y (b) no saben qué ofrecernos o qué necesitamos en estos tiempos tan complejos en los que ni nosotros mismos lo sabemos.
No se han dado cuenta que entre los gastos recortados rasuraron la partida de estudios de mercado. Y al no hacer estudios de mercado no están pudiendo buscar lo que ni nosotros mismos sabemos de nosotros como nuevos consumidores.
La realidad de la mercadotecnia en esta era, que está siendo mucho menos temporal de lo que creíamos, es imperativo acercarnos al consumidor y platicar cara a cara con él, íntimamente, y detectar qué le está haciendo falta y qué le gustaría que hiciéramos para ellos.
Muchos colegas piensan que, porque la investigación dejó de ser en persona, los hallazgos han perdido calidad, lo cual está muy alejado de la realidad. La pantalla ayuda a que las personas se explayen más y cuiden menos lo que revela su lenguaje corporal, porque el monitor es su escudo.
El consumidor está ávido de escuchar propuestas sensatas que le sean relevantes. Las marcas están sufriendo y actúan de manera incoherente y sin rumbo. Lo que el consumidor pandémico quiere es valor agregado real y habemos algunos profesionales de la investigación que te podemos ayudar. Acércate, no tengas miedo. Tenemos soluciones.
#DeVeras