Revista de Marketing y Negocios

Creer o no creer en las encuestas públicas

A los medios de comunicación y a sus comunicadores les encanta andar dando cifras a diestra y siniestra de sus encuestas públicas. A los partidos políticos también. Pero siempre resulta confuso y por lo tanto el consumidor -y muchos de nosotros en la industria- terminamos dudando de su veracidad y sintiéndonos engañados.

Seguramente las empresas que contratan para hacer el levantamiento de esta información son serias y saben hacer su trabajo. El problema por lo regular radica en dos aspectos: muestra y tiempo.

Muestra: las diferencias en las encuestas que hacen los medios se dan cuando el número de entrevistas o el tipo de entrevistados no es uniforme.

Es decir, una encuesta que sea válida requiere de ser REPRESENTATIVA de la ciudadanía total del país. ¡Pero no! Los partidos insisten en sólo entrevistar a sus seguidores, o a votantes de ciertas regiones, o a personas de ciertos rangos de edad o pertenecientes a niveles socio-económicos específicos.

Si cada partido hace lo que se le da la gana con su muestra, es imposible hacer el comparativo de las tendencias entre los partidos. Es, literalmente, comparar peras con manzanas.

Un dedo apunta a una pantalla digital que muestra tres emoticones (feliz, neutral y triste) que representan diferentes estados de ánimo u opciones de retroalimentación, que a menudo se utilizan en encuestas públicas para medir el sentimiento del público.

Tiempo: esto es lo que más impacta a las cifras que los medios nos dan en sus contenidos.

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Con esas incontrolables ganas que caracterizan a los comunicadores de ser los primeros en decir algo, sacrifican veracidad por tiempo. Ojo, no estoy diciendo que nos engañan. Lo que estoy diciendo es que su levantamiento es sesgado y por eso no es apegado a la realidad. De hecho, por lo general no hacen encuestas públicas sino sondeos.

Me explico: como mañana quiero dar esta tendencia, me pongo a entrevistar a todos los suscriptores de mi periódico. O a todos mis seguidores de Twitter, o a todos los teléfonos de mi base de datos. Todas esas personas a las que estoy consultando tienen un sesgo por pertenecer a ese grupo en cierto modo elitista.

Lo malo es que las agencias de investigación se presten a ello, haciendo a un lado lo que bien saben: que los suscriptores de un periódico son un número minúsculo de la ciudadanía; los usuarios de Twitter somos bichos raros poco representativos; la gente que usa teléfono fijo en pleno siglo 21 es casi el opuesto al usuario de Twitter…

Las encuestas públicas que arrojan porcentajes verídicos sobre grupúsculos pre-elegidos. Pena ajena.

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Liliana Bretón

Publicista e investigadora

Publicista e investigadora; maestra y estudiante; amante del cine, los libros y el buen sentido del humor; no cambio por nada una tarde de vino con una buena plática. Beatlefan y chocohólica. Socialmente analfabeta. Vivo en Cholula.

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