“Con la cara de angelito, pero cola de pescado…”
―Rigo Tovar
Se llama Soyunist Éricka, cuenta con 35 años y su pasión es opinar en redes sociales. No tiene hijos pero, a pesar de su edad, está muy enojada debido a que la protagonista de la nueva película para niños de Walt Disney es de origen africano y su piel contiene más melanina.
―No soy racista, pero eso que hicieron no va de acuerdo con la historia original, eso es algo que deberían de respetar―, escribe de talante muy molesto en redes sociales.
Lo que no sabe es que la historia de “La Sirenita” no es, de ninguna manera, invención de Disney, de hecho, tal como ha ocurrido con la mayoría de los argumentos de sus películas, fue tomado de una fuente anterior.
Por fortuna para ellos la mayoría de los cuentos infantiles tradicionales ya no tienen derechos de autor, por lo que los pueden utilizar de manera impune y, no sólo eso, los pueden adaptar y reacomodar según sus fines y el talante de la audiencia quien es, a final de cuentas, la que paga el boleto de entrada.
Si nos ponemos a hablar de “historias originales”, pues Soyunist Éricka debería de estar molesta con Disney debido a que la película de 1989 tampoco se ajustó a los parámetros que definió Hans Christian Andersen en el cuento de hadas, por ejemplo, la sirenita original pasó por todo un martirio para poder utilizar piernas en vez de cola de pez.
Otro ejemplo: la historia de ninguna manera cuenta con un final feliz. La protagonista no logra el amor del príncipe, que era la condición original no solo para mantener un par de sensuales piernas si no también, para sobrevivir. El contrato decía que, de no hacerlo, moriría y se transformaría en espuma de mar.
Aunque no pudo enamorar al ingrato noble (ahora que están de moda) por lo menos le dieron una especie de premio de consolación con el cual podía también evitar ese terrible final: Tenía que cometer regicidio clavando un puñal en el corazón del ingrato y pérfido príncipe.
Por supuesto que no lo hizo. Por amor desaprovechó su tarjeta de “salir de la cárcel” y el cruel destino la alcanzó.
Los oscuros secretos del cuentista
Sin embargo, no puedo imaginar el enojo de Soyunist Éricka si se enterara que toda la historia de la sirenita es una metáfora sobre la pena de desamor que embargó a Hans Christian Andersen cuando se enteró que su mejor amigo ―y amor platónico homosexual― le dijo que se iba a casar (con una mujer).
Sí, ese mismo Hans Christian Andersen: el que creó tan hermosas historias que nos acompañaron en la infancia, fue un infame adelantador de agendas de género, además de haber disfrazado con la historia de amor trágico y mortal de la sirenita su pecaminosa y prohibida pasión (suena a título de corrido).
Tal vez Soyunist Éricka debería de tomar nota de este hecho para tener mejores fundamentos para su enojo. Aquí hay todo un filón para futuras cancelaciones.
Pero, si hablamos de respetar las historias tradicionales, creo que también podría reclamar al cuentista sobre la falta de seriedad y la falta de apego a los materiales originales.
Según la mitología griega, y a riesgo de causar enojo entre todas las Soyunist que pululan en las redes sociales, las sirenas no tenían cola de pescado.
¡¡Anatema!!
No, las sirenas originales, aquellas que acosaron a Ulises y sus muchachos, eran aves con cara de mujer. Las ilustraciones de la época que sobreviven, como esta hermosa vasija que se encuentra en el museo del botín… que diga, el Museo Británico, así lo atestiguan.
Las criaturas mitológicas que sí eran mitad mujer y mitad huachinango fueron las “nereidas”. Tal vez Soyunist Éricka piense que este es más bien el danzón creado por Amador Pérez Torres “Dimas” para la inauguración del salón de baile del mismo nombre, pues no. Aunque se enoje.
Las nereidas eran criaturas amables que ayudaban a los marinos en desgracia y aunque no siempre las representaban con cola, se hacían acompañar por peces y delfines para llevar a cabo sus actividades de rescate marino. Por el contrario, las sirenas lo que buscaban era atraer a las tripulaciones con sus cantos, hacer que murieran ahogados y así devorarlos.
Una especie de vigilia inversa para las criaturas imaginarias del mar.
Si vas a exigir pureza y fidelidad al material original, pues hay que ir hasta el fondo y no quedarse con lo primero que aviente el explotador de hadas.
Así que, por favor, no sean como Soyunist Éricka que no entiende que la versión en live-action de la Sirenita es tan solo una película de segundo nivel enfocada un público determinado y que carece de toda pretensión al ser algo simple, edulcorado y prácticamente sin alma, como la mayoría de los productos que, al día de hoy, nos ofrece Disney y los grandes estudios.
Si un personaje de una historia infantil hace que su día se altere, que les suba la presión y se pongan a teclear incongruencias con mayúsculas en redes sociales, deberían de consultar a un especialista.
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