No son pocas las voces que he tenido que enfrentar, que me gritan elitista o superficial, cuando de defender la disciplina de la Imagen Pública se trata. Curiosamente los políticos entienden muy bien este tema, cuando les conviene.
En algún punto de mi faceta como consultor en imagen, me topé con toda clase de prejuicios o ideas pre-concebidas, muchas de ellas cargadas de menosprecio y a veces hasta coraje por considerarnos, a quienes nos dedicamos a ello, como personas banales, clasistas, presumidos y hasta chovinistas.
Pocos, muy pocos ven la Imagen Pública como lo que es, una poderosa herramienta de comunicación y persuasión, que bien aplicada en los negocios y en el juego de la reputación online, representa el atajo que muchas personas y dueños de negocio buscan para posicionarse en el mercado.
Dentro de mis detractores he tenido quien te dice: “-A ver si luego me das unos tips de moda, para mejorar mi look-”, (algunos en tono sarcástico) hasta quienes de plano estaban convencidos, que un asesor de imagen (generalmente estilista o fashionista) era en realidad lo mismo que un consultor, no importaba que les explicaras que el tema de la imagen física representa apenas el 10% de un desarrollo en la materia, tampoco importaba les pedías considerar el uso adecuado del lenguaje corporal o imagen escrita. Es como estarle hablando a una pared con pestañas.
Si bien a finales de los 90´s existían algunos referentes en México como: Gaby Vargas, con su serie de libros, “La imagen del éxito”. No es, sino hasta que Víctor Gordoa promueve su libro “El Poder de la Imagen Pública” y su programa académico, que el tema toma una relevancia Nacional. Y entonces comienza la debacle.
Como suele suceder con cualquier carrera profesional en México, esta vio su boom hacia la segunda mitad de los 2000, apoyados en gran medida en los crecientes fenómenos en redes sociales como Facebook o Youtube.
De pronto, muchísimos jóvenes entre 17 y 27 años querían estudiar algo relacionado con imagen pública, derivado del glamour, el “mainstream” y la popularidad de programas relacionados en medios de comunicación como “no te lo pongas” o “fashion police”. Yo mismo llegué a tener una participación semanal de 5 a 7 minutos en Tv Azteca, que siempre estuvo ligada al arreglo personal y un poco de modales protocolarios. Sin embargo, comenzaron las críticas y las envidias, tanto de los detractores hacia nosotros, como entre asesores y consultores del gremio.
Para quienes nos dedicábamos a ello, a veces pecábamos de puristas con algunos protocolos y reglas, y creo que es en ese punto, donde la gente comienza a ligar elitismo, clasismo y racismo con la imagen pública, un momento en que las redes sociales y los teléfonos inteligentes comenzaban a imponer la creencia generalizada en un sector de la población, en donde se privilegiaba la imagen física por encima de las capacidades y el talento poniendo a las personas menos agraciadas en franca desventaja.
En verdad, en auditorios con más de 300 personas he tenido personas que me reclaman abiertamente (que por culpa de nosotros los consultores en imagen) quien no sea rubia, atléticamente bien parecido o el que porte tal o cual marca de accesorios, lo descalifica al momento de una entrevista de trabajo, como si tuviese el poder de incidir en eso.
Bueno sí lo tengo, pero para hacer que te contraten, todo comienza con tu CV y su presentación, por cierto; la autoimagen, esa opinión o concepto que tienes de ti mismo, impacta de sobremanera en la imagen pública que proyectas a los demás.
Y algo que muchos no quieren aceptar es que hoy con las redes sociales, nos damos cuenta que de que, era la necesidad de atención, la verdadera razón de la queja. De hecho no recuerdo la última vez que vi en algún video en redes sociales, a un ejecutivo (pre-covid) con traje completo. ¿Tú sí?
En los últimos años; la practicidad, la comodidad y hasta la desfachatez han regido gran parte de la moda; dos años de encierro debido a la pandemia, tampoco han ayudado.
El home office y su efectividad vinieron a poner en duda muchas de las prácticas y creencias a las que estábamos acostumbrados; en casos específicos, la productividad se disparó y en otros, lamentablemente la privacidad y la consideración por el tiempo de los demás, simplemente desapareció. Esto ha ocasionado que los estilos de vida se modifiquen al grado de que nadie, ninguna persona, sepa a ciencia cierta el rumbo que tomarán las cosas, al menos no de una manera definitiva.
Pero ¿qué tiene que ver todo lo anterior con el racismo o el clasismo?
Vamos con dos definiciones:
Racismo: Es el odio, rechazo o exclusión de una persona por su raza, color de piel, origen étnico o su lengua, que le impide el goce de sus derechos humanos. Es originado por un sentimiento irracional de superioridad de una persona sobre otra. (COPRED)**
Clasismo: Esta forma de discriminación consiste en ver a otros miembros de la misma sociedad, formando parte de una categoría inferior, únicamente porque no poseen o no exhiben los elementos que se consideran propios de “la clase privilegiada”.
El racismo, la aporofobia y otros prejuicios se entrecruzan con este criterio de clasismo por lo que, en ocasiones, resulta difícil percibir dónde empieza uno y dónde termina el otro
El solo concepto imagen pública, genera una serie de significados, muchos de ellos basados en prejuicios o super poderes, tan diversos, dependiendo de la boca u oídos que la procesen, que las imágenes mentales que puedan evocarse producto de ello, pueden llegar a ser diametralmente opuestas entre dos personas.
La práctica de la Imagen Pública se sustenta en protocolos, maneras de hacer las cosas, que si bien, no son perfectos y debieran irse modificando con el tiempo (el manual de Carreño que aún se usa, data de 1853) estos facilitan la convivencia de las personas ante diferentes situaciones. Sirve como ya dijimos, para comunicarse a un nivel multisensorial.
Imagen Pública no es sólo verte bien, no es lucir elegante o “ser más acá”, mucho menos lo es, asignar un valor desmedido a unos trapos o al auto que conduces. Se trata del mensaje que transmites desde lo que hablas, lo que consumes, lo que exudas, el cómo te comportas y la congruencia que existe entre lo que dices y haces. Decir y hacer, deben ser lo mismo.
Ejemplo rápido; la aparente “fodonguez” que exhibe el Presidente, Andrés Manuel López Obrador en sus “Mañaneras”, no es por fachoso; bueno sí lo es, pero el que sus trajes le queden grandes es por diseño, por una estrategia de imagen pública.
El concepto rector es identificarlo con el “pueblo bueno” y restarle importancia a esa “presunción y aires de grandeza” que se dan los mal llamados “aspiracionistas o fifís”. No se debe ser “muy muy” para formar parte del gobierno, ese es el mensaje. ¿o ya olvidaron aquel discurso con su trillada frase: “Yo ya no me pertenezco”?
El mensaje es: “Yo soy uno de ustedes.”
Sin embargo, cuando los eventos han requerido mostrar una mayor autoridad, el traje lo porta casi de manera impecable y a la medida. Hasta el nudo de la corbata luce estupendo.
Anteriormente, salir a cuadro en televisión exigía ciertos protocolos de vestimenta, los eventos sociales, representaban una oportunidad para mostrar cuán exitoso se era, hacer política “de nivel” implicaba y requería cierta imagen; llegó la televisión por cable, la voz de las minorías comenzó a escucharse con más fuerza, se le dio mayor valor a la individualidad, la constancia y la perseverancia fueron sustituidas por la cultura de la inmediatez y los gurús (muchos fabricados por diseño de Imagen Pública), las reglas comenzaron a relajarse, llegaron los iPhone y con estos, nuevas formas de interacción y sus dueños “los Techies”, de pronto todos querían una oficina como google.
Pero entonces, sucedió la pandemia y lo que sigue a continuación, está aún por escribirse.
El racismo y el clasismo son dos males que debemos erradicar de la sociedad, eso es claro. Pero tratándose de negocios, se diseña una estrategia de atracción para tu tipo de mercado y si algún desbalagado quiere comprarte, bienvenido. De ahí a modificar tu concepto de negocio y plan de vida, sólo porque a alguien no le gustó; eso es otra cosa.
Hoy las redes sociales nos brindan la oportunidad de poder mostrarnos como verdaderamente somos, o crear un personaje y construir una Imagen Pública que impacte a una audiencia objetivo para obtener un beneficio.
La decisión es tuya.
Soy Juan Pablo Altamirano, gracias por leerme.
Nos leemos en 15 días.
**Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México
- (i) Aporofobia “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”