La vertiginosidad de nuestro cotidiano y la inevitable de inmersión en lo digital nos ha hecho mucho más eficientes. Es indudable. Hemos desarrollado la fabulosa capacidad de estar en todo al mismo tiempo. O por lo menos eso creemos.
Pero esto conlleva una serie de trastornos que hasta parecieran absurdos pero que son reales. Para muchas cosas que son habituales ya se ha nombrado un síndrome o una fobia.
Así, surgen -por ejemplo- el FOMO o miedo a perderse de algo en las redes sociales (fear of missing out); o el trastorno de despersonalización, que le da a la gente que siente que nadie pela a nadie; o el síndrome del desgaste profesional, conocido como el burnout syndrome y que se refiere a que ya no descansamos nunca. Ya hasta se dice que estamos desarrollando un hueso en forma de cola en la nuca, y que nuestros pulgares irán creciendo paulatinamente debido al tecleo constante en el teléfono móvil.
Un tema muy estudiado es el del síndrome del pensamiento acelerado (SPA). ¿Ya escuchaste ese término?
¿Qué nos está sucediendo?
La cantidad de información que se genera a diario nos bombardea impúdicamente, y nosotros la recibimos con una especie de ambición ilimitada de conocimiento que nos genera entre curiosidad y ansiedad, que puede llegar a intoxicarnos. Queremos bebernos toda la información de golpe y pretendemos haber aprendido de un tema con sólo haber leído un encabezado o el título de un artículo. Hemos desarrollado el hábito de leer todo por encimita y de no escuchar a nadie por más de un minuto. Nos desesperamos y ya queremos ir al siguiente tema de inmediato.
Esto ha provocado que ya no desarrollemos un pensamiento analítico, ni construyamos razonamientos profundos y esquemáticos. Nos hemos vuelto totalmente reactivos y no trabajamos los conflictos de forma inteligente.
¿El resultado? Al ser menos profundos y menos asertivos, nos hemos convertido en seres intolerantes y sin manejo de frustración, lo que se traduce en estrés y en abandono a situaciones desagradables que nos incomodan para pasar a algo más placentero. Y eso nos convierte en seres tóxicos para todo lo que nos rodea.
¿Alarmante la intoxicación en lo digital? Sí, pero tenemos remedio
El SPA se origina desde la vorágine digital. La incontenible cantidad de estímulos que recibimos a cada instante nos tiene adormecidos y estupidizados. La clave está en el control. Debemos aprender a poner filtros a tales estímulos, y tomarnos el tiempo y el espacio para asimilar nuestro entorno. Como decía la abuela, aprender a no comer ansias.
Todo lo que permitimos que de pronto y sin aviso nos llegue de fuera interrumpe lo que tenemos que hacer. Nos intoxica, nos agobia y nos impide pensar con claridad. Las redes sociales y los grupos de whatsapp, son los principales elementos de disturbio y somos nosotros mismos los que les abrimos la puerta. Lo peor es que no sólo somos receptores sino que también lo producimos en los demás. Esta inmediatez digital exacerbada nos hace ser digitalmente tóxicos los unos a los otros. El clásico “me dejó en visto” es el típico ejemplo de la presión a la que estamos expuestos a cada paso. Seamos prudentes. No hay que irrumpir. No hay que invadir. No hay que correr.
¿Te habías puesto a pensar que todo lo que se hace rápido por lo regular genera reacciones tóxicas o accidentadas a nuestro alrededor?
#NoSeasTóxico