La irresponsabilidad social de los puestos presenciales

Cuando veo los anuncios de empresas solicitando CM, me da mucha pena ver el nivel de exigencia versus el sueldo que ofrecen.

Me da la impresión de que no hay la más mínima valoración de lo que implica su labor. Y, por encima de todo, que prevalece la inconsciencia de que un CM es el portavoz de tu marca. Que está siendo tan mal pagado que difícilmente le va a echar ganitas a su trabajo.

Se les exige hacer reportes, conocimiento de herramientas, desarrollo de contenidos, trabajo bajo presión, inglés preferentemente (jajaja). Que le haga de diseñador y que además ponga su teléfono celular como herramienta de trabajo, manejo de crisis como si fuera el gran experto en RP… etcétera. Encima quieren amor a la camiseta. Que el individuo o individua se traslade todos los días a su oficina de instalaciones ínfimas y condiciones deplorables de estancia. Incluyendo la necesidad de andar trayendo y llevando comida o gastar diario en alimentos.

Un abanico tan amplio de requisitos exige cierto grado de experiencia que no se paga con tres pesos, y menos ahora que están devaluados. Por eso las empresas están recibiendo y publicando miserias, porque es la calidad que pagan.

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Hay dos aspectos que más me hacen ruido; los irreales requisitos, son lo del uso del celular y lo de los traslados.

En el caso del celular, es de risa que las empresas se quejan de los errores de los CM y hasta los corren. No les dan siquiera un equipo para que lo utilicen exclusivamente para el trabajo. Con eso se ahorrarían frecuentes dolores de cabeza y eliminarían de raíz errores que por ningún motivo deberían ocurrir. Como equivocarse de cuenta o no poder hacer publicaciones o correcciones de forma adecuada.

Lo de los traslados es lo que más me genera conflicto. Si el trabajo es en línea ¿por qué quiero al sujeto o sujeta en mi oficina todo el tiempo, ofreciendo un puesto “presencial” en lugar de remoto? Estamos viendo que los traslados cada día son más largos. Que la inseguridad es ya insostenible (lo cual es tema no de otra columna, sino de un libro completo). Los gastos, el tiempo y el desperdicio de recursos en general rayan en lo absurdo.

El punto es que las empresas siguen instaladas en los tiempos del cacicazgo, donde había la sensación de tener que vigilar a los trabajadores para que no se robaran el tiempo ni las cosas que tenían a su alcance.

El pleno siglo 21 no hemos entendido que el home-office es el futuro. No por lo menos en los países del Río Bravo hacia abajo. Mientras esa mentalidad de látigo prevalezca en la fuerza laboral, por más bicicletas y por más soluciones que el gobierno ofreciera, los problemas urbanos nos seguirán rebasando. Seguiremos siendo socialmente irresponsables. Aunque ostentemos en nuestros membretes el mentado sellito ESR #EsDeRisa

social de los puestos presenciales

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