El término cultura de la cancelación comenzó a hacerse más popular a partir de 2018 y con cerca de casi cuatro millones de usuarios en redes sociales, día a día cobra mayor fuerza el poder que pueden ejercer un grupo de personas en contra de alguien más.
Una definición sobre la cultura de la cancelación la encontramos en la página web Dictionary:
“La cultura de la cancelación se refiere a la práctica popular de retirar el apoyo (cancelar) a figuras públicas y empresas después de que hayan hecho o dicho algo considerado objetable u ofensivo. La cultura de la cancelación se suele comentar en las redes sociales en forma de vergüenza grupal.”
Los últimos meses, sino es que ya un par de años, hemos visto como algunas personas han traído a debate la cancelación de películas o marcas que fueron concebidas muchos años atrás bajo un contexto y una realidad social muy diferente, pero que a los ojos de la cultura occidental actual representan todo aquello por lo que se está luchando como el feminismo, el racismo o la homofobia.
Cuando un grupo se une para señalar y descalificar algo que piensan los ofende o resulta nocivo contra alguna lucha social, la reacción se vuelve un exceso de acoso y presión contra la persona, marca o empresa en cuestión.
Tal es el caso de marcas como Aunt Jemima que, tras la fuerte presión de un grupo de la sociedad estadounidense, la empresa Quaker Oats Company de Pepsico tuvo que retirar de su empaque a la mujer negra que había caracterizado a la marca durante décadas debido a que los orígenes del personaje se refieren a un estereotipo racial.
La marca surgió en 1893 y fue concebida en una época donde existían los esclavos y el trato inadecuado a las personas de raza negra. Este personaje está basado en un arquetipo de una mujer negra esclavizada y cuya función es servir a sus “patrones” de raza blanca.
Y aunque sabemos perfectamente que el racismo está mal y la marca esté en contra de la esclavitud y el racismo, a partir de junio de este año Aunt Jemima cambió a Pearl Milling Company.
Otro ejemplo podemos verlo en las películas y caricaturas que veíamos de niños.
Hace un par de semanas la conversación se centró en que Warner Bros debía eliminar al personaje “Pepe Le Pew” de su nueva película Space Jam por tratarse de una apología del acoso sexual.
Creo yo que bajo los ojos de un niño se trata tan solo de un zorrillo que se enamora de una gatita a la que confunde por sus colores con una zorrilla y que después de muchos capítulos donde trata de conquistarla a través de elementos considerados tradicionalmente como románticos (flores, serenata, etc.) consigue que ella también se enamore y se casan.
Y así otras películas han tenido que ser eliminadas de los catálogos de algunos canales como “La Novicia Rebelde”, “Peter Pan”, “Dumbo”, entre otras.
Recientemente se ha sometido a juicio social la película de Disney “Blanca Nieves y los 7 Enanos” debido al beso que el príncipe da a la princesa. Un colectivo feminista exige que sea eliminada la escena debido a que el beso no fue consensuado, aun cuando la verdadera razón de que ese beso exista fue la de salvar la vida de Blancanieves que se encontraba bajo un hechizo y cuya única forma de revertirlo era besándola.
La cancelación no es nueva, pero es una acción muy recurrente en nuestros días que con apoyo de las redes sociales logra hacerse viral rápidamente.
Generalmente es contra famosos o figuras públicas y en ocasiones toman lo que alguien dijo hace 5, 8 o 10 años, lo sacan de contexto y lo someten al escrutinio social, cuando esa persona puede ya no pensar igual actualmente.
Hay temas definitivamente con los que no se debe jugar, sobre todo si se trata de causas sociales con las que se viene trabajando desde mucho tiempo atrás, pero de ahí a querer cancelar y borrar películas que sucedieron en un momento histórico determinado creo que hay una gran diferencia.
De acuerdo con una encuesta realizada por la agencia de comunicación Porter Novelli, el 84% de los consumidores estarían dispuestos a perdonar a una empresa que comete un error siempre y cuando ésta tenga interés real en querer modificar el comportamiento en cuestión.
Emitir una opinión en estos días es casi un deporte de alto rendimiento y con lleva mucha responsabilidad, sin embargo, exigir cancelar algo creado hace muchos años por no ser ideológicamente compatible con la realidad actual nos deja en una situación de pesadez.
Pareciera que todos los contenidos deben expresar ideas políticamente correctas para no entrar en el juego de ser cancelados pues aún las posturas neutras pueden ser consideradas una postura cómplice.
En una cultura de la cancelación, nos convertimos en jueces de lo correcto e incorrecto.
Los consumidores de hoy en día están más informados y tienen el poder y el espacio para desacreditar a una marca que no cumpla su promesa o vaya en contra de las luchas sociales.
¿Qué opinas? ¿Estás de acuerdo con la cultura de la cancelación?