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La vida laboral después de la pandemia

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A casi un año y medio que diera inicio la pandemia por Covid-19, nadie tiene claro cuándo volvamos en realidad a la normalidad, sin embargo, ya se habla de un pronto regreso a las aulas y a algunas oficinas, de manera presencial o semipresencial.

También existe la opinión de muchos de que, una vez terminada la pandemia, dejará secuelas indelebles y habrá algunos aspectos de la vida diaria que no volverán a ser como antes. Uno de ellos es la actividad en los centros de trabajo. 

A algunos trabajadores los espera ahí, donde antes, su mismo cubículo y escritorio empolvados o cualquiera que fuere su espacio laboral, ya sea porque la naturaleza de su trabajo requiera de su presencia física o bien porque los empleadores tienen la visión tradicionalista de que “al ojo del amo engorda el caballo” (o en este caso, las arcas de la empresa).

Otros encontraron una oportunidad de autogestionar su trabajo remoto, como profesionistas independientes o empleados de empresas flexibles, haciendo importantes inversiones en tecnología para que la distancia no sea un impedimento para trabajar al 100.

Y es que para cierto tipo de empresas la llamada “nueva normalidad” llegará en cuestión de semanas o meses, por lo que ya empiezan a planear el regreso presencial de su gente, previendo la administración de pruebas covid de manera regular, requisición de certificados de vacuna, así como la adopción de horarios y días escalonados para implementar la modalidad híbrida en un inicio, con miras a migrar al sistema presencial, de manera paulatina.

Otras en cambio, ya apoyaban el home office desde antes de la pandemia, por lo que en algunas ya se había adoptado, de manera permanente, la semana de 4 días presenciales, práctica que poco a poco se hacía más común, sobre todo en compañías de perfil internacional.

La pandemia, una prueba positiva

Lo que parece una realidad, es que la evolución del empleo adaptándose a las necesidades de un siglo globalizado, era una tendencia de lento avance en México, en comparación con la necesidad apremiante de una transición a un trabajo más enfocado a la sustentabilidad, digitalización, automatización de procesos y economía circular… y la pandemia, con todo lo malo que pudo habernos traído, nos obligó a acelerar la evolución. 

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Según el reporte 2020 de Future of Jobs, la contingencia sanitaria detonó que las empresas aceleraran la digitalización en sus procesos de trabajo en un 84%, el trabajo remoto en un 83%, la automatización de tareas en un 50% y la implementación de programas capacitación en un 35%, mientras que la consultora KPMG estima que el aprendizaje organizacional aumentó 10 veces en cuanto a número de horas.

La prestigiada firma de consultoría Price Waterhouse Coopers en Reino Unido, por citar un ejemplo, anunció la implementación de una política de trabajo flexible en su empresa, dejando a consideración de sus 22,000 empleados la decisión de su forma de trabajo al consideran que cada uno es responsable de él.

Está claro que, hablando de empresas, existen diferentes modelos con diversidad de estilos, intereses y políticas, que en parte también son influidas por la cultura de cada país. Y nadie pone en duda el beneficio económico que el home office representa para las compañías y aunque se puede suponer que también lo es para todos los trabajadores, es importante pensar en las personas, como casos particulares. Por ejemplo, para algunos, el trabajo remoto puede representar mayor estrés y ansiedad por el aislamiento, las situaciones en casa, la falta de apoyo por sus jefes o incluso por la carencia de espacios adecuados para trabajar o equipo y conectividad insuficientes, lo que puede generar gastos adicionales.

Por eso es importante tomar decisiones que giren en torno a los intereses comunes, que incluyan diferentes aspectos organizacionales y humanos, y que los empleadores no impongan una modalidad de trabajo post-pandemia, tomando en cuenta sólo los beneficios económicos de la empresa.

La contingencia sanitaria afectó gravemente a todo el mundo, pero sin duda nos enseñó a entender el futuro del trabajo con una mayor capacidad de adaptación y resiliencia a impactos disruptivos e imprevistos, como el que vivimos desde 2020.

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