Las marcas de lujo ofrecen al consumidor lo más alto en la pirámide de Maslow: autorrealización. Esto es posible, gracias al posicionamiento con que cuentan ante sus consumidores y el mundo entero; ya que ellas no compiten entre sí, al ofrecer autenticidad y exclusividad en cada pieza. Siendo sus monogramas inconfundibles entre ellos, desde las clásicas CC de Chanel, hasta el más popular del momento firmado por Gucci.
Sin embargo, solo una mínima cantidad de las personas pueden costear productos firmados por las casas de moda más importantes, y no solo se trata de tener el dinero; la exclusividad lleva a tal punto que marcas como Hermès, no venden sus famosos bolsos Birkin a cualquiera, ellos deciden quién merece portarlo.
Las marcas de lujo, no crean publicidad únicamente para su target, lo hacen incluso para aquellos que no pueden adquirir sus productos; porqué de eso se trata la autorrealización que venden, poseer algo que los demás no pueden. Sin embargo el mundo de la piratería le ofrece a los usuarios, playeras e incluso imitaciones de los modelos más populares a un precio accesible.
Claro, la pirateria de estas marcas no va dirigida a los consumidores frecuentes de estas marcas, ya que ellos valoran hasta la experiencia que les ofrece ir a una boutique o abrir el empaque de su compra. Los clones, van dirigidos a aquellos que las marcas de lujo dirigieron su comunicación intencionalmente, para mostrarles aquello que no podían adquirir. El resultado: que estos usuarios crean que comprar algo con el monograma de Louis Vuitton, está a su alcance en un mercado local. Y aunque el target real de las marcas, tenga la certeza y la autorrealización de saber que porta un original de una marca de lujo, aquellos que debían desear sus accesorios, ya no lo ven como algo tan lejano.