No es ninguna novedad decir que las redes sociales se han transformado en la moderna ágora en donde los ciudadanos se reúnen a discutir (o a mentarse la madre) sobre los temas que afectan de cualquier manera a las comunidades, naciones e inclusive, al planeta entero.
No estoy diciendo nada nuevo al afirmar que son en estos lugares donde se crean y se da forma a héroes y villanos; a los santos y demonios de nuestra era.
Bastó, por ejemplo, un simple tuit un tanto perdido en el maremágnum de Twitter para desatar la tormenta perfecta en contra de Kavak, plataforma de venta y compra de automóviles que, por lo visto, tiene un serio problema en su área de atención a clientes.
El prestigio y la supervivencia de la firma se vio seriamente comprometida en el momento que cientos de usuarios ‒muy molestos‒ comenzaron a airear sus resentimientos y quejas para causar una verdadera crisis que Kavak muy difícilmente se quitará de encima.
Les cayeron las hordas y el daño ya está hecho.
Otro caso: Hace apenas unas horas pudimos ver a ese alarde de gracia y equilibrio llamado Alfredo Adame azotando con su inmensa humanidad en el suelo. De inmediato las burlas y los memes comenzaron a invadir todos los espacios…
Lo mismo ocurre en la cuestión política; los fanáticos y los detractores se enfrentan cada día para dar a conocer su opinión y rebatir la de los opuestos (me niego a decir enemigos). Cientos de personas analizan diariamente el actuar de los gobiernos y no dudan en expresar sus acuerdos y desacuerdos a la menor provocación.
Por supuesto que esto ha generado todo un mercado de bots; cuentas creadas especialmente para recorrer los pasillos virtuales en búsqueda de contrarios y amigos para así intervenir en cualquier tema y tratar de mover la balanza para el lado que conviene al quien contrató al mercenario virtual.
Es imposible localizar a algún político, corriente, partido e incluso instancia gubernamental, que no acuda a estas granjas en búsqueda de carne de cañón virtual dispuesta a “dar la vida” por las causas más variadas y falaces.
Esto no es nada nuevo, en absoluto.
Cuando trabajaba en la redacción de una emisora de radio era muy curioso cómo, durante la entrevista con algún funcionario gubernamental de alto rango, los teléfonos se volvían locos con personas llamando para “felicitar la buena labor que estaba realizando el licenciado”. En cabina teníamos que hacer verdaderas maromas para pasar sólo las más mesuradas al aire, aunque era imposible no caer en cierta complicidad con el entrevistado.
Eran tiempos de bots telefónicos y gobernantes priistas.
Alguna vez confronté a alguno de estos llamadores espontáneos, que no dudó en sincerarse conmigo, un simple redactorcillo de noticiario de la AM: Como trabajadores de una dependencia gubernamental les habían dado la orden de, a la hora en que el jefazo se encontrara al aire, marcar los teléfonos de la emisora para así crear un coro de personas muy convencidas con el actuar del funcionario en turno.
“Una está haciendo su luchita aquí en la oficina”, terminó justificando aquella proto-bot de una forma tan cándida que no me quedó otra que darle la razón. Si tu chamba depende de ello, no hay opción.
Así como estos bots telefónicos son reminiscencias de esa era, también lo es ese acto que ahora todo mundo llama chayote: un dinerito que se le da a un miembro de la prensa para que hable bien de uno. Este puede ser también en especie, en gestiones a favor de la persona y hasta jugosos contratos publicitarios para los medios.
Para nadie es un secreto que los grupos políticos intercambian dinero y otras cosas con los medios para obtener tiempo aire, así como opiniones favorables y por supuesto, el actual gobierno también usa y abusa de este tipo de herramientas.
Existen opinadores, reporteros y periodistas que están dentro de la nómina gubernamental de una u otra manera. Si quisiéramos buscar un término para justificar el hecho podríamos decir que son “usos y costumbres” que hemos heredado de décadas de periodismo vendido. Los reporteros no ganan bien, por lo que ese “dinerito extra” es un aliciente, racionalizan.
Insisto, no es ningún secreto.
En cierta manera esto puede justificar a algunos de los asistentes a las mañaneras así como a los youtubers que no se cansan de gritar la santidad de los líderes actuales. ¡El hambre es muy canija y cada quien jala para su molino! Sin embargo, creo que hay límites y recientemente he visto con coraje un asunto que no tiene justificación alguna:
Es el caso de Manuel Hernández Borbolla, reportero en México de RT (Russia Today), medio que ha demostrado ser un aparato propagandístico de Rusia así como de la oligarquía que ahí gobierna y que es considerado un auténtico paria a nivel internacional.
Decía que la famosa línea que cruzó se dio luego de que se reportaron los hechos de violencia en contra de la población civil en la región de Bucha, en las cercanías de Kiev.
La noticia de los crímenes cometidos en Ucrania comenzó a propagarse como una serie de posteos en redes sociales, sin embargo, no tardó en transformarse en una noticia confirmada por diferentes fuentes independientes (ojo, esto que acabo de escribir es una de las bases del buen periodismo). La nota fue confirmada con imágenes, testimonios y hasta fotos satelitales.
Algo que va mucho más allá del “montaje” y las “fake news”.
Pues resulta que este individuo, que desde el principio no ha dejado de justificar y defender las acciones rusas dentro del territorio ucraniano, se atrevió a realizar un hilo donde intentaba demostrar, como si de analista forense se tratara, que las imágenes de los civiles asesinados en la zona fueron “un montaje”.
(No pongo el hilo de Twitter para no hacerle más gordo el caldo)
Estoy de acuerdo que haya quien defienda al patrón contra todos y contra cualquier cosa. Estoy de acuerdo que el cheque a final de quincena es muy importante, pero ¿hasta dónde es una persona capaz de tirar a la basura su decencia y su empatía por otros seres humanos con tal de permanecer dentro de la nómina?
Para todo hay límites y creo que este individuo lo ha sobrepasado.
Lo peor de todo es que, además, hay quien aplaude este tipo de posteos. Estamos en una época en la que uno tiene que elegir si dar credibilidad a un vecino superviviente de Bucha o a un idiota que hace un pseudo análisis desde la Ciudad de México y, aun así, ¡hay quienes eligen mal!
Entiendo que exista gente que tenga a Estados Unidos y a la OTAN como claros enemigos, que piensen que cualquiera que los enfrente merece un apoyo solidario.
Entiendo ese sentir que hace que muchos se identifiquen con diversas causas de verdadera injusticia a lo largo y ancho del mundo, no sólo en Ucrania. Es lo más decente que podemos hacer como seres humanos.
Sin embargo, hacerse porrista de Vladimir Putin y su espantosa invasión de Ucrania, sólo por llevar la contraria a los medios “prooccidentales” y dársela de “independiente”, me parece una auténtica vileza.
Pero además, ¿hacerlo por dinero?
No sé ustedes, pero a mí me da mucho asco.