Me encontraba recién llegado a una ciudad de provincia, listo para trabajar en una revista local, cuando el dueño de esta me dijo en tono lastimero: “No tenemos horóscopos y ahorita no podemos pagar un servicio para que nos lo envíen”.
Como buen “lentroatodo” que soy, le dije que no había ningún problema, que yo los podría redactar las doce predicciones de manera semanal.
Luego de cursar varios semestres de ciencias astrológicas, de pasar largas noches de observación de los astros aunadas a las miles de horas de cálculos astronómicos realizadas, pude decir que había valido la pena, que podría aprovechar ese enorme conocimiento para algo…
…nocierto.
Soy un incrédulo
Lo que en realidad hice fue un “buleteo” de varias características y formas en las que varios “expertos” realizaban sus predicciones y tan solo le apliqué una buena dosis de creatividad personal, frases “buenaondita” y palabras extraídas de sitios dedicados a la superación personal.
¡Listo! Cada semana un bonche de doce “predicciones” listas para guiar la vida emocional y espiritual de nuestros amados lectores.
Si, soy un cínico, pero también un auténtico incrédulo.
Siempre lo he sido y mi norma es la misma que la de Carl Sagan: “Afirmaciones excepcionales requieren de explicaciones excepcionales”. Por supuesto que eso me ha llevado a largas discusiones con personas que creen en los ovnis, monstruos ocultos, religiones New Age y un largo etcétera de ideas descabelladas.
Esta semana ha llamado mi atención, de forma muy poderosa, un usuario de twitter, de nombre FRCHO (@ElComicFan) quien de la nada publicó un mensaje en el cual, según él, se habían dado una serie de cambios “oficiales” en las fechas de cada signo zodiacal —de hecho se había agregado uno— debido a nuevas observaciones realizadas.
Sin explicar quién, cuándo y cómo se había decretado dicho cambio, aplicó aquello de “dejarlo y alejarse lentamente”; los enfebrecidos fanáticos de la seudociencia hicieron el resto.
De risa loca las respuestas que, de forma general, fueron emitidas por quejosos que afirmaban de que “habían nacido con tal signo y que no pensaban cambiarse a otro”. Argumentaron haber sido de “toda la vida”, de tener las características necesarias y que por nada del mundo cambiarían a “algo” que no eran ellos.
El signo define al individuo
Una clara muestra de ese deseo inherente a todos los seres humanos de pertenecer a un grupo así como de adoptar y presumir características prefijadas como si fueran una especie de medalla o un objeto de presunción o adoración.
Entre las aseveraciones más delirantes, algunos afirmaron que “la NASA no les haría cambiar de signo”, como si la agencia espacial norteamericana tuviera algún tipo de departamento ocupado en el tema del zodíaco y de alguna manera se dedicara a emitir decretos, directrices, así como a aprobar horóscopos o sancionar fechas.
(Idea millonaria: certificados de signo zodiacal enumerando sus respectivas características, atribuidas —de manera falsa— a una agencia gubernamental… de nada)
Una de las más claras muestras de falta de criterio por parte de la mayoría de los ofendidos es que pensaron que, en realidad, existe una autoridad central encargada de regular el tema de los horóscopos así como de sus complejidades o características personales, como si de verdad fuera una ciencia.
Hay que reconocerle a ese tal FRCHO que también integró dentro de los “nuevos horóscopos” a Ofiuco o “El cazador de serpientes”, una constelación que también se encuentra en el plano zodiacal pero que fue olvidada de manera conveniente por los mesopotámicos para así cuadrar los signos a sólo doce.
Los seguidores del zodiaco no se enteran que, en la mayoría de los casos, lo que hace el astrólogo en cuestión es lo que hacía yo en dicha revista: aventar frases muy generales con sabiduría popular, consejos obvios de vida y uno que otro interrogante como “algo nuevo en puerta”. De manera desafortunada los creyentes encontrarán la manera de meter toda esa información, aunque tengan que utilizar un martillo, en su vida diaria.
Santas sucesiones
Sin embargo este FRCHO, a final de cuentas, no está tan equivocado: la mayoría de los creyentes en el horóscopo no saben de algo que se llama la sucesión de los equinoccios.
Resulta que los signos zodiacales con los que contamos fueron descritos por primera vez en épocas en que nuestra civilización era muy joven, en el lugar que hoy llamamos Mesopotamia.
Aquellos primeros observadores del cielo aún no habían cimentado la diferencia entre astronomía y astrología; se pensaba que los astros en realidad tenían mucho que ver con la vida diaria de las personas. Fue en esos entonces que se nombraron aquellos doce signos zodiacales y se marcaron las fechas de su influencia en base a la presencia del Sol en cada una de esas “Casas”, espacios de 30 grados en las cercanías de cada constelación para hacer que el recorrido del sol en cada una de estas tuviera la misma duración.
Sin embargo un hecho astronómico ha venido a darle en la madre a esa “exacta” observación ancestral. La tierra tiene un movimiento (además de girar alrededor de su eje y alrededor del sol) que se llama precesión axial o precesión de los equinoccios. Hay que imaginarlo como cuando giramos una pirinola o un trompo y éste comienza a perder velocidad; el eje comienza a describir un movimiento circular.
Ese movimiento también lo realiza la Tierra y causa que su eje se desvíe un grado cada 71 años respecto a las estrellas de fondo. Por ello causa que, poco a poco, la posición de las constelaciones cambie. Eso también significa que la posición de los signos zodiacales ha cambiado a lo largo de los miles de años desde que las describieron por primera vez los mesopotámicos.
Durante los últimos dos mil años la posición del sol respecto de las constelaciones zodiacales se ha retrasado ¡un mes! por lo que —para los creyentes de la astrología— su verdadero signo zodiacal es el anterior al que le corresponde según los estatutos actuales.
Lo sentimos mucho, todos los signos zodiacales son ahora el anterior al que les corresponde en teoría; va a ser muy difícil cambiar todas tus características de “gemelito” a “torito”.
En fin, que es mejor no creer en cosas que ni siquiera tienen un sustento válido y mejor salir a trabajar para tomar en nuestras propias manos nuestro destino y no depender de bolas de gas incandescente que se encuentran a muchos años luz.
Es más sano.