Se quejan de que todas las palmas de la ciudad, la mayoría de ellas ubicadas en calles y avenidas icónicas de la metrópolis (¡Vaya, una de ellas se llama “Paseo de las Palmas”!) se están secando y nadie hace nada. Como si la jefa de gobierno estuviera ahí para servir de jardinera, en vez de hacer cosas importantes como ir de porrista y matraquera a cierres de campaña.
La más céntrica, la ubicada en el lugar más relevante, la centenaria palma que ocupaba el cruce entre Paseo de la Reforma y Río Rhin-Niza se murió, por lo que todo el tema podría ser aprovechado para una gran campaña de relaciones públicas con la finalidad de mejorar la imagen de una persona que arde en deseos de transformarse en la primera mujer presidenta de este sufrido país.
La idea no es tan mala. Retirar la palmera, que de verdad ya daba mucha lástima, y ubicar en su lugar un vegetal, cualquiera que sea, que represente esa idiosincrasia buena ondita políticamente correcta a la cual el gobierno de esta pobre ciudad se ha asumido como principal promotor.
Ni de relajo se van a poner en camisa de once varas para tratar de ubicar un monumento en el lugar. Ya vimos el relajo que se armó con Colón y tan crispados que andan los chilangos, no se pondrían de acuerdo ni siquiera en la dirección en la que tendría que mirar la dichosa estatua.
Quedar bien con toda esta bola de alborotadores es imposible y el resultado normal es que no se queda bien con nadie… Se sabe.
―¡Un ahuehuete!
―¡La idea es genial!
―¡Denle una diputación al que se le ocurrió!
Un árbol, que puede crecer mucho, muchísimo, durar cientos de años. Un enorme, venerable y respetable árbol que las generaciones por venir mirarán de forma soñadora y agradecerán internamente a la mujer genio que pensó en ello.
Vean en Oaxaca, cómo la gente se arremolina para ver el Árbol del Tule, ¡también es un ahuehuete!
Un auténtico legado que, además de ser políticamente correcto e ideológicamente neutro, cumple con todas las exigencias (por lo menos en apariencia) de sostenibilidad. Nada dice “soy ecologista” como plantar un árbol, ¿no lo dice el dicho?
Además, el nombre náhuatl significa “viejo sabio” (o algo así, uno no sabe, que se enteren los historiadores que para eso están). ¿Hay algo más ecológico que un árbol que también es sabio?
Por supuesto que éste también será el digno heredero de ese peligro de incendio, colección de astillas y polillas que algunos todavía llaman “Árbol de la Noche Triste” y que también ya fue procesado ―de forma debida― por el corrector de estilo de la historia oficial.
Un enorme ahuehuete que marcará por los siglos de los siglos los pininos de quien se atrevió a ser la primera presidenta.
―¡Traigan un ahuehuete!
Las huestes de la regenta salieron a recorrer el mundo en búsqueda de un ejemplar perfecto para representar el nacimiento, desarrollo y apoteosis de su legado…
…bueno, no es cierto, lo trajeron de un vivero ubicado en el estado de Nuevo León. Me dejé llevar por la épica.
(Aquí es donde viene lo increíble de todo el asunto)
Hagamos todo un irigote con una palma muerta, celebrémosla y hagámosle un homenaje como si esta hubiera sido la señal que guio a Hidalgo y a Juárez contra la tiranía. Podríamos colocar sus cenizas en la rotonda de las personas ilustres.
Desde ahí, hacemos todo un evento con la colocación del ahuehuete.
Después de todo el jolgorio lo mínimo que pueden hacer es buscar la manera que las cosas terminen bien. Para trasplantar un árbol de esas características es necesario una serie de cuidados. ¿Quiero que mi “legado” perdure?
Bueno, por ahí en internet dice que “Ahuehuetl” en náhuatl significa “Viejo del Agua” debido a que habita cerca de ríos, pantanos, arroyos y manantiales.
Vamos a repetirlo en caso de que no se entienda: habita cerca de ríos, pantanos, arroyos y manantiales, por eso se llama “viejo del agua”. ¡En su nombre lleva la palabra “agua”!
Créanlo, por “ríos” no se refieren a las calles de la Colonia Cuauhtémoc. A menos que se inunde el arroyo vehicular de Paseo de la Reforma, ese lugar no es precisamente apto para esa especie.
Lo que más risa da es que, el comunicado de prensa de la Secretaría del Medio Ambiente de la ciudad dice que “el ahuehuete se revisa y riega cada 24 horas si es necesario”.
¡Si es necesario!
¿Qué parte de “el árbol vive cerca de ríos, pantanos, arroyos y manantiales” no entendieron?
Si ya me salí con la mía de traerme un ahuehuete desde Nuevo León, que está aquí a dos cuadras, lo mínimo que puedo hacer es cuidarlo de manera obsesiva, ponerle marca personal, crear la infraestructura necesaria para un vegetal que requiere mucha agua.
¡No lo dejo morir también!
Tal vez fue por falta de presupuesto, de ganas o simple falta de visión, pero el caso es que hay varias momias en Guanajuato que manifiestan más vitalidad que el ahuehuete recién trasplantado.
Por supuesto, ya se cansaron de decir que “es normal”, “qué es un período de adaptación” sin embargo el dichoso árbol se ve cada vez peor… como los anhelos presidenciales de la doñita que lo puso ahí.
P.S.
En Twitter, @albornoz_mx ya lo bautizó como “el árbol del sexenio triste”.