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Un minuto de silencio en honor a Indiana Jones

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Sueños de aventuras

Fue uno de esos momentos que no olvido debido a la importancia que tuvo en mi vida. Casi puedo recordar exactamente el momento en que me senté en una butaca del Cine Manacar, la magistral sala original con capacidad para un par de miles de personas, para ver una película que se llamaba Indiana Jones y los cazadores del arca perdida.

Indiana Jones

Tenía yo en esos entonces unos 14 años, era el 1981, y debo de decir que quedé deslumbrado por la forma épica en la que Steven Spielberg dirigió la película: basado en series de aventuras de la época dorada y apoyado por lo que entonces eran los mejores efectos especiales (no tengo que decir que no tenía nada de CGI porque en esos entonces las computadoras solo las veíamos en el cine), logró una historia atractiva, emocionante y capaz de mantenernos en la orillita de la butaca a lo largo de las casi dos horas que duraba la función.

Una exuberante aventura contada de una manera que nunca se tomaba demasiado en serio; un clásico explorador basado las historias juveniles del siglo XIX y las cintas de aventura de inicios del XX, que no tenía remordimientos de usar el látigo o la pistola y mucho menos de hacer lo imposible para alcanzar sus objetivos.

Todo un prototipo del macho-man del que se intentó hacer algunas imitaciones con diversos grados de éxito, pero que poco a poco se fueron pasando de moda en un Hollywood que cambiaba de forma inexorable.

De la propia franquicia de Spielberg, de la que se hicieron tres películas, también produjeron una serie en Estados Unidos llamada The Young Indiana Jones Chronicles que también resultaba bastante divertida ya que exploraba el pasado previo a Raiders —infancia, adolescencia y adultez temprana— con otros actores y en aventuras que incluso lo llevaron al México revolucionario con el mismísimo Pancho Villa.

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Cualquiera de esas aventuras, resumidas en una hora, era más interesante y emocionante que ver a un octogenario al borde jugando al hombre de acción.

Corte a 2023

Con ese dejo de nostalgia que tenía por la película original, me presentan un bodrio al que llamaron Indiana Jones and the Dial of Destiny.

Aquel aventurero de acción, desenfadado y cínico, ahora es un ruquito alcohólico y amargado. El director lo presenta como un terrible residuo del hombre que fue y parece que lo único que espera es la muerte. Pero resulta que recibe la vista de su salvadora, un esperpento de personaje representado por Phoebe Waller-Bridge (la verdad es que logró quitarme todo el respeto que le tenía por Flea Bag) para llevarse al viejito a una aventura que nadie a esa edad podría realizar sin terminar descuadernado.

Pero la verdad, además del simple hecho de imaginar ancianos saltando desde aviones y vivir para contarlo, el gran problema es que todo este asunto no es solo la pésima manufactura de la cinta. Es la forma —discúlpenme por favor el exabrupto— en que Disney le ha puesto en todísima la madre a Lucas Films.

La forma en que los estudios mataron, literalmente, dos de las franquicias más queridas de la historia del cine del siglo veinte.

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Lo que ha ocurrido con Star Wars e Indiana Jones es todo un caso de desastre. Ambas propiedades son ahora algo irreconocible y —peor— irrelevante.

La película …Dial of Destiny es, en términos prácticos, el PEOR flop de Lucas Film en la historia: requería de alcanzar, por lo menos, mil millones para ser rentable (teniendo en cuenta producción y mercadotecnia) pero apenas ha llegado a los 250 millones de dólares.

¿Qué pasó?

La mayoría de los expertos atribuyen la situación a una teórica agenda woke, encargada de colocar a la fuerza mujeres empoderadas y minorías. Al parecer a la gente no le ha gustado la forma tan forzada en que esto se ha realizado y, como muestra, ahí tienen a películas como Top Gun o Mission: Impossible, que siguen manejando la misma filosofía original y sus números no disminuyen (ya me dirán, al momento de leer esto, como le fue a esta última en su estreno).

Directores, productores, show managers y hasta actores se han dedicado a culpar al público y acusarlo de todo tipo de impiedades sin acordarse siquiera que es a éste al que tienen que agradar y no insultar.

Pero, más allá de agendas, en lo personal atribuyo toda esta debacle a una falta de pasión. En el momento que ambas franquicias pasaron a formar parte de la cartera de Disney se transformaron en vulgares vacas para ordeñar. Estoy casi seguro que la orden fue la de extraerle el máximo rendimiento posible a unas propiedades que les habían salido muy caras.

Quizá lo que les faltó a estos “creativos” que se quedaron a cargo del juguete fue un respeto y —perdonen si sueno cursi— un amor por las historias y los personajes que antes sólo se las pudieron imbuir sus propios creadores.

Critiqué mucho las precuelas de Star Wars cuando salieron, sin embargo, no son ni de relajo tan malas como a lo que nos han sometido esta década los estudios Disney.

Es triste ver como las grandes productoras, en su afán de ordeñar la vaca, han “creado” toda una pléyade de productos que visualmente son espectaculares, pero que en realidad carecen del alma y la chispa que alguna vez poseyeron.

… o tal vez, yo ya estoy muy ruco para seguir viendo este tipo de películas…

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