Ayer fui sorprendida con un abrazo. Me lo regalaron… y luego otro… y otro y otro y otro más. No era mi cumpleaños. Tampoco era un saludo de alguien querido. De hecho, nunca había visto a los abrazadores antes en mi vida…
Todo sucedió en plena luz del día. Me sentí feliz. Y me sentí emocionada. Se me rasaron los ojos. Y sentí un “qué rico” en mi pensamiento y en mi corazón.
Un grupo de chicos en la ciudad de México va de parque en parque con el simple y único propósito de regalar abrazos. Todos bien arreglados, limpitos, con vestimenta simple y casual. Lo más fastuoso de su apariencia es una gran sonrisa en la cara.
Así, de la nada, se te acerca y te dice ¿me dejas regalarte un abrazo? Hay quienes de inmediato rechazan. Otros se asustan. Otra pregunta ¿no me vas a robar, verdad? Pero la gran mayoría de los recipientes de los abrazos se sueltan y corresponden con este apretujado obsequio.
Y de repente te ves rodeado de personas sonrientes y conmovidas. De abrazos por todos lados. Ahí, en el parque. Bajo el rayo del sol. Sin preámbulos. Sin alarmas de alerta. Y todos los que unos instantes éramos una bola de desconocidos inmersos en nuestra plática o en nuestros smartphones, nos conectamos en un acto de amor multitudinal, para segundos después seguir con nuestras vidas pero llevando un cúmulo de apapachos, buenas vibras y una . Y una gran sonrisa fastuosa contagiada por estos ángeles citadinos.
Abrazos en el Jardín Hidalgo de Coyoacán.
Son chicos de la generación zeta. Buscan hacer una epidemia que contrarreste todo este sentir tan negativo que nos invade a diario. Quieren que esto se esparza de boca en boca y de abrazo en abrazo por todos los parques y plazas del país… de los países… del mundo, en una especie de marketing de guerrilla, totalmente humanitaria. Porque andamos agobiados y alicaídos. Porque el calor humano nos hace falta. Y porque sí.
Estos zetas tienen el porvenir en sus manos. El futuro del planeta está en sus manos. Y si así es lo que traen para el mundo, bienvenido. Me gusta. Lo adopto. Me deja con esperanza, pensando que no todo está perdido.