Semana Santa
Cuenta la tradición que, en otras épocas, estos días eran fechas para “guardar”. Tiempo en que se recordaba el momento central del cristianismo (sin importar el sabor) y reflexionar sobre la pasión del Cristo. En muchos casos la música estaba prohibida así como las diversiones banales. Olvídense de bailar y de tomar “cocolocos”. De hecho, en muchos lugares con costumbres mucho más ortodoxas es impensable aprovechar estos días para salir a carretera para viajar a pecaminosas playas y dedicarse a “darle vuelo a la hilacha”.
(Me encanta esa frase)
Por ahí hay muchos defensores de la religión que recriminan que los ateos salgan de vacaciones en esta época, sin embargo, sus argumentos quedan de inmediato invalidados por todos aquellos creyentes domingueros que durante los días de playa y las noches de bailongo apenas se acuerdan de las razones por la que esos días se les conoce como “santos”.
En un país donde los derechos laborales son más parecidos a los de las plantaciones de algodón de Louisiana que a los corporativos de Malmö, la gente tiende a aprovechar la mínima oportunidad de abandonar la realidad fraguada en concreto de la ciudad para salir a divertirse a las cálidas aguas, ya sean del Pacífico o del Golfo.
No importan las largas filas de autos en las carreteras, las aglomeraciones en las playas o los hoteles caros y saturados; todo sea por una remojada en agua salada con una fresca “chela” en la mano o una bebida hecha a base de frutas y licores, aunque estos últimos sean mucho más parecidos a la gasolina para aviones.
Bendita “Semana Mayor”
En vez de salir a buscar el beso del sol en una arenosa playa, este año opté por permanecer en la ciudad y “aprovechar” que está vacía. Un sublime pretexto para permanecer en piyama desde el miércoles por la tarde hasta el lunes temprano.
Pensaba escribir sobre la guerra que traen los pro Trump y los anti Trump en redes sociales y matizarla un poco con la guerra que traen los pro Putin y los anti Putin en redes sociales por causa de Ucrania. Tal vez incorporar algo del pleito entre los pro Peje y los anti Peje por la larga lista de temas que van desde los nuevos integrantes del consejo del INE hasta la compra de los fierros viejos de Iberdrola.
Aderezarla con los múltiples pleitos en redes sociales con los pro mascotas contra los anti mascotas, los pro ciclistas contra los anti ciclistas, los pro vacunas contra los anti vacunas y…
…la verdad me dio flojera.
Hay demasiada gente allá afuera que está dispuesta a pelearse con sus amigos o su familia por una estúpida idea que, a lo mejor, no es tan relevante como parece. La verdad es que ya no tengo tiempo para eso; como si alguien —fuera de esos lovers y haters— nos hiciera caso en redes sociales.
Como lo más seguro es que mis cuatro lectores van a estar adormilados en un camastro con una refrescante bebida enfriándoles la mano, yo mejor me voy a olvidar de las múltiples pasiones que dan vida y movimiento a esa jungla llamada Twitter y pasarla bien un rato. ¡Les deseo a todos una magnífica Semana Santa y que esta tenga todos los excesos que sean capaces de acomodar en tan pocos días!