Creo que no existe en el mundo una persona que sea más icónica para los fanáticos de las series y películas de ciencia ficción que William Shatner. Junto con Leonard Nimoy se transformó en una de las caras más conocidas gracias a su participación, primero en la serie y después en las películas de Star Trek o, como las conocimos en México, “Viaje a las Estrellas”.
Una serie que comenzó con un bajísimo presupuesto; son muy difíciles de olvidar los escenarios de papel maché que la producción cambiaba y coloreaba para ubicar la acción en planetas alienígenas. Debido a esta falta de presupuesto su creador, Gene Roddenberry, se esforzó para crear argumentos sumamente inteligentes y hasta tuvo la temeridad de utilizar actores que nunca se habían visto en la televisión de ese país.
Estamos hablando que, en 1966, durante una época de gran descontento racial y en plena Guerra Fría, se atrevió a poner como coprotagonistas a una mujer de origen africano y a un ruso.
La serie duró apenas tres temporadas, pero su legado fue tan grande que en los ochenta fue retomada en formato cinematográfico: dio para seis películas, todas protagonizadas prácticamente por los mismos actores. Por supuesto que hubo aún más productos mediáticos (hasta la fecha), pero me voy a concentrar en estos en particular.
El personaje de Shatner se transformó en el arquetipo del macho alfa, inteligente, valiente y atrevido; una especie de héroe épico capaz de todo para alcanzar sus objetivos. Su carrera jamás se pudo separar del todo de la franquicia de Star Trek y aunque protagonizó varias series como policía y hasta abogado de altísimo nivel, siempre se vio ligado a las aventuras espaciales: Escribió varias novelas ubicadas en ese universo y nunca dejó de hacer cameos o participar en convenciones como el Comi-Con.