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Desinformación: un desafío pendiente

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La irrupción de las redes sociales ha transformado profundamente nuestra sociedad y la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno. Si bien estos cambios han traído beneficios significativos, también han generado desafíos importantes. Entre ellos, la desinformación, o fake news, se presenta como uno de los problemas más críticos de nuestra era. Abordar esta cuestión es una tarea colectiva.

Hace poco más de dos décadas, los medios principales para informarse eran la televisión, los periódicos y la radio. Hoy, a estas opciones se han sumado los periódicos digitales, las plataformas de streaming y las redes sociales. Según un informe de Statista, el 46% de los encuestados se informa a través de redes sociales, en comparación con aproximadamente un 20% que utiliza la radio y un 56% que sigue prefiriendo la televisión, que continúa siendo el canal predilecto.

El avance de las nuevas tecnologías ha traído indudables ventajas. Por un lado, han democratizado el acceso a la información, haciéndola más rápida y accesible. Además, han facilitado la producción de noticias: hoy, herramientas mínimas son suficientes para lanzar un periódico local. La velocidad, inmediatez y espontaneidad con la que se generan las noticias son otros aspectos positivos destacados.

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Sin embargo, estas mismas características han amplificado la propagación de mensajes falsos. Un caso reciente ilustra el impacto de este fenómeno: tras la catástrofe ocurrida en Valencia, comenzaron a circular en redes sociales mensajes de supuestos testigos y influencers afirmando que el gobierno encubría la magnitud de la tragedia. Se hablaba de miles de víctimas, cuerpos flotando en las calles y otros relatos alarmantes que resultaron ser infundados. Estos mensajes no solo generaron confusión, sino que agravaron el clima de incertidumbre.

Este ejemplo es solo uno entre muchos que ocurren a diario. La reflexión que plantea esta problemática es cómo frenar la desinformación, que no solo proviene de actores políticos o medios con agendas específicas, sino también de individuos comunes que comparten mensajes sin verificar, contribuyendo a su viralización.

Combatir la desinformación requiere un esfuerzo conjunto entre ciudadanos, plataformas tecnológicas, medios de comunicación y gobiernos. Solo a través de la educación mediática, la regulación adecuada y la responsabilidad individual podremos mitigar sus efectos.

Una computadora portátil sobre un escritorio muestra un gráfico de "Noticias falsas", que resalta la propagación de desinformación en línea.

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Diego Bonasorte

Profesional independiente

Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Cuento con vasta experiencia en el sector público subnacional y en la comunicación institucional privada y pública. Apasionado de la comunicación política y de las nuevas tecnologías, como herramientas de fortalecimiento de la democracia.

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